El mayor problema de esta producción es que desde un importante hecho histórico se intenta abarcar demasiadas variables sin ajustar ninguna, dicho de otro modo, la epopeya enmarcada en un partido de tenis que marco una época de lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer, aunque mal no sea desde lo deportivo y sus implicancias económicas.
La película abre con una discusión entre la entonces numero uno del tenis femenino a nivel mundial y uno de los poderosos de turnos, cuestionando las razones que ellas ganen ante igual premio 1/8 de lo que perciben los hombres. Ante la negativa de equiparar los premios las mujeres deciden fundar una asociación de tenis femenino.
En el transcurrir del tiempo nada se logrará sin previos escollos, a ellos se le sumo la arrogancia de un ex tenista ganador de Wimbledon, que desafió a la tenista propulsora de los cambios soóo para demostrar que la superioridad masculina debía reflejarse en lo económico. Todo un monumento a la estupidez masculina.
El texto debería haber tenido como prioridad enmarcarse en la crónica de la rivalidad existente entre ese ex-tenista profesional, de 55 años, Bobby Riggs (Steve Carell) y su segunda oponente de 29 años de edad, la carismática tenista Billie Jean King (Emma Stone), quienes se enfrentaron en un partido legendario en 1973. La primera en la elección del enfrentamiento, segunda en realizarlo, primero Riggs derrotaría a Margaret Court (Jessica McNamee).
Se quería, por entonces, conocer si una tenista profesional podía realmente vencer a un hombre (aunque fuera ex-profesional), un evento que atrajo a más de 50 millones de estadounidenses y que se publicitó como "La batalla de sexos".
Si bien, en tanto estructura narrativa va avanzando con dificultad, por la cantidad de tópicos que intenta abarcar no deja de entretener., eso gracias a la idea de producción elegida por los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, los mismos de “Pequeña miss Sunshine” (2006) y “Ruby , la chica de mis sueños” (2012), intencionalmente alejarse de los personajes en tanto el conflicto que presente sea lateral a las historias principales, dándole un toque de comedia con el concepto de adentrarse en los mismos cuando la idea es construir a los personajes y su rivalidad, situación que sólo se concreta al final de la realización, el resto transita por terrenos muy resbaladizos, no se afirma en ningún lugar.
En ese punto presenta su debilidad ya que la película termina por querer centrarse en la dicotomía amorosa de la tenista más que en su costado deportivo, por momentos da la sensación que su lucha es para que la acepten en su elección sexual, es por eso que la narración pone por momentos su esfuerzo en naturalizar la relación romántica con Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), su peluquera. Ahí pierde fuerza.
El filme encuentra sus valores en la recreación de época, el vestuario, la dirección de arte en general, hasta la banda de sonido es adecuada, la fotografía, como en muchos de estos casos, sólo puesta en función de que se vea en pantalla lo que se desarrollo en el set.
Steve Carell en su personaje del excéntrico ex tenista con alma de payaso que produce lastima más que risas, cumple, es ese rol a su medida.
Lo que realmente aporta todo un plus y sostiene la atención del espectador es la performance de Emma Stone, al principio se reconoce a la actriz en toda su belleza, cuando finaliza nos termino de convencer que ella es Billie Jean King.