MIRÁ DE QUIÉN TE BURLASTE
La lucha por la igualdad invade las canchas.
Si algo nos dejó bien en claro este 2017, es que las historias cinematográficas protagonizadas por mujeres son muy necesarias y, de paso, pueden recaudar premios y millones. Arrancamos estos doce meses con “Talentos Ocultos” (Hidden Figures, 2016), basada en un hito bastante desconocido dentro de la NASA que, además, pone el acento en las minorías afroamericanas en épocas de separatismo y discriminación a flor de piel. “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017) demostró que las heroínas comiqueras pueden estar a la par (y hasta superar) a sus contrapartes masculinas, dejando unos cuantos mensajes de igualdad por el camino.
Si no te alcanza con la fantasía feminista de Diana, o las inteligentísimas chicas de Langley para entender un año donde las mujeres no se quedaron calladas (ni en la realidad ni en la pantalla) un poco para hacerle frente a una desigualdad que ya no se tolera, y claro, al gobierno de Donald Trump, representante de todo ese machismo y misoginia.
Un año donde los shows televisivos más celebrados (“THe Handmaid’s Tale, “Big Little Lies”, “Alias Grace”, incluso las series comiqueras de The CW) se enfocaron en diversas temáticas femeninas, abusos, disparidad y una larga lista de etcéteras, “La Batalla de los Sexos" (Battle of the Sexes, 2017) cae como anillo al dedo, sumando una historia real, tan “simpática” como necesaria para entender aquellos y estos tiempos.
La nueva dramedia deportiva de los directores de “Pequeña Miss Sunshine” (Little Miss Sunshine, 2006) -Jonathan Dayton y Valerie Faris- tiene todo lo que le gusta a la Academia: está basada en hechos reales, sus protagonistas deben transformarse físicamente delante de la cámara y, además, está protagonizada por la última ganadora del Oscar, ¡Bingo! Pero eso no es lo más importante.
Emma Stone es Billie Jean King, y Steve Carell es Bobby Riggs, dos tenistas que en 1973 se enfrentaron en la llamada (y resonada) “Batalla de los Sexos”, un poco por orgullo y otro tanto (bastante) por publicidad, aunque era la mujer la que tenía mucho más que demostrar, y muchísimo más para perder, más allá de la contienda. King, toda una número uno de las canchas y feminista militante, tuvo que ceder ante los caprichos de Riggs, un ex campeón adicto al juego y estafador, y llevar adelante un show que los enfrentó tras las redes.
Acá no se trata sólo de titulares. King y sus compañeras buscaban recibir el mismo tratamiento y recompensa económica que los jugadores masculinos. En su lucha por el cambio social, Billie amenazó con boicotear el abierto de Tenis de los Estados Unidos; y en medio de esta volteada surgió la propuesta de Bobby, ex campeón de personalidad avasallante, quien la retó con la consigna de demostrar “la superioridad del hombre sobre la mujer”.
En la realidad, y a través de la cámara de Dayton y Faris, no es tan así. Ni Riggs es un machista desalmado, ni King una feminista odiadora del sexo opuesto. Ambos guardan sus miserias bajo la alfombra y necesitan demostrar (y demostrarse) varias cosas para poder conciliar diferentes aspectos de su vida.
El guión de Simon Beaufoy –ganador del Oscar por “Slumdog Millionaire - ¿Quién Quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008)- tiene como climax este partido tan publicitado, pero antes se detiene en la vida personal de ambos protagonistas. Billie, una jugadora casada con el deporte, y con Larry (Austin Stowell), aunque éste no puede competir con la raqueta, ni con las pasiones de su esposa cuando cruza su camino con Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), una estilista de espíritu libre que le vuela la cabeza; pero esto sigue siendo un tabú incluso en plena década del setenta y sus revoluciones sexuales.
Lo privado se torna un tema tan interesante como el partido en sí. Por un lado, mujeres que deben conciliar sus carreras y matrimonios, y ser “perfectas” en ambos casos. Y por el otro, los hombres, cancheros y machirulos, que pueden atravesar la vida sin responder ante nadie. Claro que no es el caso de Riggs, quien nos vende una personalidad avasallante ante las cámaras, pero de la puerta para dentro es un tipo con problemas de juego que lucha por mantener su orgullo y unida a su familia.
“La Batalla de los Sexos” no es una película que vaya a quedar en los anales, pero es correcta, efectiva, graciosa y emotiva por partes iguales; tiene grandes actuaciones y una genial puesta en escena acompañada por una banda sonora bien acorde. Pero su principal atractivo es como “documento histórico” y recordatorio de lo que lograron algunos para que hoy, muchos de nosotros, disfrutemos de ciertas libertades.
No, Billie King no cambió al mundo, pero consiguió una pequeña gran victoria en un universo liderado por hombres. Una lucha de igualdades que parece no tener fin, pero que no hay que abandonar bajo ninguna circunstancia, y que durante este 2017 hizo mella en todas las pantallas.