Empoderamiento femenino
Estamos frente al tercer largometraje de los realizadores Jonathan Dayton y Valerie Faris, el matrimonio que tras dirigir la comedia romántica Ruby: La Chica de Mis sueños (Ruby, 2012), que pasó sin pena ni gloria, retoma la potencia de su primer largometraje, Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y vuelve al ruedo con uno de sus protagonistas: Steve Carell. La Batalla de los Sexos (Battle of the Sexes) se aleja del romance y, como indica el título, relata el hecho histórico deportivo y político: el emblemático partido de tenis que tuvo lugar el 20 de septiembre de 1973 y que significó el inicio del empoderamiento de la mujer en la profesión. Esa tarde, en Houston, se enfrentaron a duelo el campeón de Wimbledon de 55 años Bobby Riggs (Carell), ya retirado, y la joven campeona de tenis (29) Billie Jean King (Emma Stone). Riggs sostenía que el partido determinaría en la cancha quién marcaría territorio: hombre o mujer. Este hecho despertó polémica en una época donde la United States Lawn Tennis Association y su representante, Jack Kramer (Bill Pullman), bajo el espíritu machista y misógino apostador, sostenía el discurso de Riggs y ofrecía en los torneos premios monetarios ocho veces inferiores a la mujer respecto al hombre. El hecho causó revuelo en lo seguidores del tenis, batió récord de audiencia televisiva y convocó más de 50 millones de espectadores. A 41 años del emblemático episodio surge este biopic para rememorar la leyenda del tenis que hoy sigue batallando por la equidad de los derechos de la mujer.
El guión, a cargo de Simon Beaufoy -ganador del Oscar por Slumdog Millionaire : ¿Quién Quiere ser Millonario (Slumdog Millionaire, 2008)- retrata mediante una suerte de documental-ensayo-ficción, el marco de la batalla deportiva y las aristas políticas detrás de ese universo: sponsors, apuestas, presión mediática y vida íntima de las figuras. Este último contrapunto es el más flojo de la trama ya que la doble vida que lleva King con su peluquera de Los Ángeles Marilyn (Andrea Riseborough) puso en ridículo al marido Larry (Austin Stowel) mientras éste la acompañaba fervientemente en su oficio. Aquí la premisa pierde fuerza pese a la impecable performance del elenco protagónico encabezado por Carell en la piel de la celebridad mediática Riggs como vocero de la masculinidad y Emma Stone -ganadora del Oscar por su actuación en La La Land (2016)– como estandarte del empoderamiento femenino y tenacidad de la activista King que sentó las bases de la Asociación de Tenis Femenino (WTA), entidad que actualmente organiza el tenis profesional femenino mediante la paga de un salario equitativo. La actriz magistralmente desarrolla el arco dramático, pero las excesivas escenas lésbicas conllevan que el eje pierda impronta y sentido. La corajuda propuesta es interesante como retrospectiva al mandato del país que gobierna Donald Trump, sus ideales, y la ola de escándalos sexuales que sacude Hollywood y omite que los rivales terminaron siendo amigos en la vida real.
La Batalla de los Sexos apela como crónica, ni más ni menos. Es subjetiva. Pondera por una sociedad bajo leitmotiv de igualdad, pero no ajusta el lente del estigma. Se limita a ahondar la batalla de los sexos sin el punto de equilibrio que implicó el hito. Contrapone lo individualista del deporte, el hombre como patriarcado machista a desterrar bajo la figura de Riggs que se autodefine como “el último chauvinista” a la solidaridad, compañerismo y templanza de King, pese a que ambos fallan en lo sentimental. Los gags tragicómicos semióticamente realzan un patetismo de la mujer cuando se centra en romance prohibido homosexual y denigra al marido. Propone igualdad de derechos cívicos pero anula al respeto hacia él y su rival. Así revela dos caras de una misma moneda: la humanidad y egocentrismo sin aparente solución. No obstante, la química que logran Stone y Carrell desde la primera escena rememora su primera película juntos, Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love, 2011) y entretienen junto al resto del elenco: Bill Pullman, Elisabeth Shue, Sarah Silverman y Jessica McNamee en la piel de la campeona australiana Margaret Court, a quien Riggs vence en court y define como “fácil triunfo sobre la maternidad y la liberación femenina”. Otro buen punto es la banda sonora y la fotografía que acompañan la performance a cargo de Nicholas Britell y Linus Sandgren, respectivamente. Las locaciones, el vestuario de época, la elección de planos y contraplanos intervenidos con material de archivo y canciones que levantan son idóneos.