A principios de los setenta, el mundo del tenis puso la mirada en un duelo muy especial. Más que un partido de tenis, fue una batalla entre el incipiente movimiento pro igualdad de género en el deporte, encarnado en la campeona Billie Jean King (Emma Stone) y el machismo rancio que se resistía a compartir espacios y a ganar el mismo sueldo que ellas, representado por el tenista retirado y estafador Bobby Riggs (un Steve Carell por momentos payasesco). Es el evento central cuyos días previos reconstruye esta película, a cargo de los directores de Pequeña Miss Sunshine. Un asunto lamentablemente muy a tono con los tiempos que corren, pero que también se ocupa de sentar una reivindicación en favor de la diversidad sexual explorando la relaciones amorosas de King, que estaba casada con un hombre pero enamorada de una mujer. A pesar de la corrección política, y narrativa, con forma de biopic bastante convencional y pulcra, La batalla de los sexos es muy entretenida y se beneficia muchísimo de la vitalidad, la naturalidad y el talento de sus dos protagonistas. Ellos logran neutralizar el tono aleccionador de todo el asunto.