Reinvención o re amortización
Disney es una compañía que sabe reinventarse realmente bien: se adapta a los nuevos tiempos, descubre las tendencias y fija caminos dirigidos al éxito y la inmediata conexión con su público. En este proceso, sin embargo, nos ha acostumbrado desde hace algunos años a una serie de reediciones de sus clásicos en imagen real que se aleja de esta búsqueda de nuevos horizontes, y que surge como una decisión lógica de re amortización de productos que ya cuentan con un gran número de seguidores.
La Bella y la Bestia, uno de sus más importantes caballos de batalla, tenía su turno este año para esta reconstrucción. En estos procesos Disney se muestra conservadora, no dejándose llevar por posibles adaptaciones libres de aquellos éxitos pasados. En su lugar, se ciñen bastante al relato conocido, y en este caso se llevan la palma al crear un producto inusual, excesivamente similar al que ya se viera a principios de los 90.
Llegados a este punto, uno se pregunta el sentido real de tamaña copia, más allá del obviamente comercial. La capacidad de maniobra para crear un producto artístico nuevo y capaz de emocionar de forma diferente queda capada, supeditada al deseo de satisfacer de forma segura a todos los que ya disfrutaron con la anterior. Para ello utiliza las mismas notas y fórmulas que ya se vieron exitosamente combinadas antaño.
Si de algo se ha dado cuenta sin embargo Disney, es de que ese modelo de princesas en busca de su necesitado príncipe azul es algo caduco. Las historias originales que surgen en el nuevo siglo por parte de la compañía se alejan conscientemente y de forma manifiesta de esas figuras anticuadas, lo cual contrasta enormemente con el hecho de recuperar las historias donde aquellas damiselas se repartían en cupos de a una por cuento.
Irónicamente, en lo poco que intenta innovar y transgredir la nueva versión de La Bella y la Bestia es donde encuentra los fallos más chirriantes. Tratar de convertir a Bella en un personaje más independiente y acorde a los nuevos tiempos, y respetar a la vez el guión original es una tarea que únicamente acaba produciendo momentos de contradicción e, incluso, insatisfacción por no haber llevado más allá este planteamiento. No basta que Emma Watson afirme contundentemente que no es una de aquellas princesas, debe haber algo más.
De la misma forma, con el primer personaje “manifiestamente” homosexual de Disney en un largometraje, LeFou, todo se queda a medio camino, dejándole el papel de contrapunto cómico sin profundidad.
Donde acalla sin embargo la película estos fallos y carencias de originalidad es con su mencionada puesta en escena. El trabajo de arte, incluyendo toda la ambientación y vestuario, gana un gran protagonismo que cubre las espaldas de algunas actuaciones poco destacadas, y la fotografía trabaja en conjunto para crear ese coloreado mundo de cuento propio precisamente de los dibujos animados.
Mención aparte y especial merece el trabajo de efectos especiales y CGI, capaz de crear una Bestia más que convincente y, aún más importante, extraordinariamente expresiva. De la misma forma el resto del mobiliario animado del castillo (con ilustres intérpretes en sus filas) se acopla a la obra de forma muy satisfactoria. Todo esto acaba creando una espectacular y conmovedora experiencia visual que apenas desmerece por un montaje algo acelerado en algunos momentos.
El conjunto, por tanto, acaba creando una obra tan evocadora visual y sentimentalmente como poco original, un hito únicamente económico para una compañía que nos tiene demasiado mal acostumbrados a grandes historias.