Una producción pensada para la taquilla que por su calidad llega al corazón
Indudablemente los clásicos son eternos y en el universo Disney es difícil encontrar uno que no lo haya sido automáticamente. Aún para aquellos que no resistieron con tanta solidez el paso del tiempo, por ejemplo “Bernardo y Bianca” (1977). Eso sí, hay un par que superaron a la propia Disney para transformarse en iconos culturales de una época. “La Bella y la Bestia” pisó fuerte en 1991, incluida la recordada polémica por estar nominada al Oscar a mejor película siendo una producción animada (todavía no existía la categoría exclusiva para la animación). Desde hace rato la compañía del Ratón Mickey viene pasando clásicos animados a la acción viva, por lo cual era de esperar que éste cuento fuese de la partida.
Es de destacar que la primera gran diferencia es la duración. 130 minutos contra los 84 que duraba la original sobre la cual se basa el guión de Stephen Chbosky y Evan Spiliotopoulos. Las otras diferencias están dadas por nuevas canciones, nuevos personajes y, dentro de lo formal, por el hecho de pasar al formato con actores. La idea está intacta: un príncipe ególatra y soberbio es hechizado y convertido en Bestia (Dan Stevens), hechizo que se mantendrá en los pétalos de una rosa hasta que pueda amar a alguien por cómo es interiormente, y su vez ser correspondido de la misma manera. Conocerá a Bella (Emma Watson), habitante de un pueblo que de alguna manera también la consideran como una niña “rara” porque le gusta ver el mundo y leer libros.
Apoyada en las canciones que todos conocemos y en un trabajo de arte y efectos especiales deslumbrantes, “La Bella y la Bestia” logra abrirse paso en una época difícil, sin renunciar al hecho de ser un musical romántico de brillantes coreografías, vestuario y maquillaje. “Los musicales son las transiciones. El cómo entrar y salir de cada número es más importante que lo que estos dicen”. En sus propias palabras Bill Condon, también director de “Dreamgirls” (2006), demuestra por qué: mas allá de la puesta como forma de carta de amor al género músical, incluyendo el homenaje a Robert Wise con dos tomas aéreas muy similares al comienzo de La novicia rebelde (1965), sabe conservar el mensaje de poder ver o sentir la verdadera esencia de los seres que nos rodean. Descubrir nuestros colores verdaderos para combatir los prejuicios. Aquí es donde reside el gran valor de esta historia.
Dentro de la realización, los objetos que acompañan a Bestia son un verdadero prodigio de los adelantos tecnológicos: Lumière (Ewan McGregor), Din Don (Ian McKellen), la señora Potts (Emma Thompson), su hijo Chip (Nathan Mack) Madame Ropero (Audra McDonald) y el Maestro Cadenza (Stanley Tucci) lucen renovados aquí, por suerte con una buena participación. Kevin Kline en el rol del padre de Bella cumple como siempre, y un lugar destacado se llevan los antagonistas y compinches Gastón y Le Fou (Luke Evans y Josh Gad, respectivamente). Eso sí, Emma Thompson canta muy bien el tema principal, pero la cadencia y calidez de Angela Landsbury en la original no tiene rival.
Una producción pensada para arrasar en la taquilla pero también para contar bien una historia que llega al corazón.