Allí lejos, por el año 1991, un reinventado Disney que había vuelto a estar en boca de todos con The Little Mermaid (1989), film que impuso su ya afamado e histórico modelo de musical, lanzó la que se convirtió en la obra maestra de sus relatos, Beauty and the Beast. Es hasta el día de hoy que todavía existen ciertas secuencias y números melodiosos que se mantienen prendados en la memoria de cualquiera que la contempló en la pantalla el año de su estreno o en cualquier formato en tiempos posteriores. Es por eso que el estudio, a la vez impulsado por el éxito de su versión live-action de The Jungle Book, apuesta todos sus números a una remake del clásico de sus clásicos, para rememorar sus canciones y emocionarse con esta hermosa historia de amor; contando con un elenco repleto de figuras y la mejor tecnología visual a su servicio. Con el viento a favor y la nostalgia a flor de piel, sin embargo, la película termina resultando en una innecesaria y densa narración, a medio camino entre su homónima y el condimento que la haga diferente.