La Bella y la Bestia es la última entrada en la nueva faceta de Disney de adaptar a live action todos sus clásicos animados.
Ya pasaron Alicia en el País de las Maravillas (con dos películas, 2010 y 2016, respectivamente), Maléfica (2014) que fue una mirada sobre la villana de La Bella Durmiente, La Cenicienta (2015) y El libro de la selva (2016).
Y este estreno está rompiendo con todos los records por lo que, una vez más, la Casa del Ratón demuestra que es la dueña absoluta de toda la industria. (Recordemos que también son poseedores de Marvel y Star Wars).
Ahora bien, más allá del éxito, el film está muy bien pero me dejó sabor a poco.
La película animada original de 1991 fue el primer film en ser nominado en los Oscars a mejor película y unos 20 años antes de que se creara la categoría para la animación.
Fue icónico y lo sigue siendo. Con una banda sonora absolutamente genial y escenas que quedaron grabadas en millones de retinas. Un absoluto y consolidado clásico.
Y esa condición de clásico es lo que le juega un poco en contra, más que nada por su modernidad. Porque a diferencia de las otras remakes, ésta es sobre una película que no es tan vieja y por lo tanto sus estándares y narrativa no habían envejecido tanto como había ocurrido con las otras que si se vieron muy beneficiadas con los updates.
Aquí no hay modernización sino más bien estiramiento. Hay más de media hora de historia agregada. Nuevos números musicales y desarrollo de personajes.
En su gran mayoría son buenos, pero la realidad es que no suman a la experiencia y a la larga hacen que uno prefiera la composición y orden original.
Y si bien toda la película (y la campaña publicitaria) gira en torno a Emma Watson la gran estrella es Bill Condon.
El director tiene una gran filmografía (obvio que con un par de pifies) y aquí demuestra su su magnífica habilidad en la puesta en escena, grandes decorados y números musicales.
Todo con un presupuesto astronómico que le permitió hacer de todo y llevar un buen ritmo, muy dinámico. Pero claro, es una fórmula híper probada (también en Broadway y con giras mundiales) en donde no se la jugaron nada. ¿Pero por qué habrían de hacerlo?
Muchos están diciendo que el film es un “festín de decorados”, y si bien hay algo de verdad en ello, lo cierto es que la película cumple lo que promete.
Emma Watson vuelve a demostrar que es maravillosa, una gran estrella que va ganando habilidad y belleza ni bien pasan los años.
Su Bella tiene inocencia pero no como la animada y es más independiente. Aquí ella es la inventora y no su padre.
La Bestia (Dan Stevens) se defiende bastante pero se disfruta mucho más al actor sin el maquillaje y CGI.
Pero el que se roba sus escenas es Luke Evans como Gastón. Demuestra un gran histrionismo y la dupla que hace con Josh Gad (LeFou) es brillante.
Y hablando de ese personaje, me parece que no vale la pena si quiera hacer un análisis sobre la supuesta controversia que genera que sea gay y motivo por el cual el film no se exhibe en algunos mercados. ¡Una verdadera vergüenza! Año 2017…
Para completar el cast tenemos las voces bien marcadas de Ewan McGregor, Ian McKellen y Emma Thompson como Lumiere, Dingdong y Sra Potts, respectivamente.
Un verdadero placer escucharlos y disfrutarlos de ese modo gracias a los fantásticos efectos visuales que completan esta producción.
Ver La Bella y la Bestia de esta manera es el sueño de muchos y se cumple bien por todo lo analizado.
La magia está intacta y revivís la infancia de una gran manera. El único problema que tiene es que compite consigo misma, pero de todos modos se hermanará con su predecesora.
Es el Disney de hoy, son sus nuevos productos para la nueva era.