Bellas y bestias eran las de antes
Ni tan mala como se temía, ni tan buena como se pretende, esta nueva versión del viejo cuento de madame Leprince de Beaumont tiene méritos propios y heredados, y también defectos agigantados: dura 45 (cuarenta y cinco) minutos más que el dibujo en que se basa, y encima agrega canciones, ninguna memorable. Otros defectos: es ampulosa, empalagosa, Emma Watson canta fulero, el espectáculo aplasta la intención del cuento, un prólogo explicativo resta expectativas, el recuerdo de la madre es innecesario y el final se alarga sin necesidad, y, lo peor, al conjunto le falta emoción.
Ahora, los méritos: director Bill Condon, el de la saga romántico-adolescente "Crepúsculo" y la más interesante "Dioses y monstruos", el actor Dan Stevens en tono melancólico, diseño de producción, maquillaje, vestuario, fotografía, efectos especiales, el uso de algunas canciones (no todas), algunos momentos calcados del dibujo de Gary Trousdale y Kirk Wise sobre libreto de Linda Woolverton. La gente políticamente correcta puede también elogiar ciertos toques feministas propios de las actuales heroínas Disney, un concepto de hombre, y de pareja, favorable a las mujeres, y el momento que confirma la inclinación sexual de un conocido alcahuete (algo que siempre se pintó sin necesidad de explicitarlo), pero ya hay quejas por la brevedad de ese momento. Y ahora, el mérito mayor: esta nueva versión despierta muchísimas ganas de ver de nuevo el dibujo animado.