Belleza que no alcanza
La Bella y la Bestia es una de esas películas que hace mucho tiempo estamos esperando ver luego de su anuncio, por todo lo que significa su paso de versión animada al live action que tanto Disney comenzó a impulsar hace unos años. Y lo que íbamos a ver estaba bastante claro: una copia en carne y hueso del clásico de 1991, esa historia considerada como uno de los mejores musicales y una de las películas más románticas que hayamos visto. Y lamento decir que no nos equivocamos: La Bella y la Bestia está calcada de su versión original. Canciones, escenarios, diálogos, secuencias y gestos iguales al film animado. Uno podría esperar tal vez menor imitación y más libertad creativa como ha tenido El libro de la selva (también de Disney), pero Bill Condon repite incluso los planos.
Y pasar al live action nadie creería que no debe ser complicado, pero nos encontramos por ejemplo con una Bestia (Dan Stevens) con exceso de CGI, que funciona bien en algunas escenas, pero en sus movimientos no luce demasiado real. Se la ve mucho más artificial de lo que debería ser. Un buen maquillaje hubiera sido ideal para este personaje. Y vuelvo a mencionar a El libro de la selva, ganadora de un Oscar a los mejores efectos visuales, y cómo es posible que allí todos los animales lucen tan reales y no supieron buscarle la vuelta a esta Bestia.
Un punto favorable de esta nueva película es el hecho de tener 40 minutos extras respecto a la animada. Esto sin dudas le permite darnos a conocer mayores detalles de los personajes secundarios, quienes en esta ocasión se transforman en los grandes valores que vemos en pantalla. Gastón (Luke Evans) es quien se roba el film: vanidoso, descerebrado, egocéntrico, logra dotar a su personaje de características que sobresalen de sobre el resto. Lo mismo sucede con su compañero LeFou (Josh Gad), quien le aporta el toque cómico a la película. Y el tema tan comentado acerca de su homosexualidad (que hoy en día no debería sorprendernos) se da de forma respetuosa, delicada e incluso tierna.
Y dejé para lo último a Emma Watson y su Bella. No descreo que haya sido un desacierto su elección. Le aporta al personaje belleza (siendo redundante), carácter y viveza. Pero aún nos sigue costando despegarla de Hermione, quien la dio la popularidad. Estamos a unos cuantos personajes de Watson para dejar de verla de tal forma.
La película es impecable en cuanto a producción, vestuario y técnica. En el número musical del festín para Bella vemos el gran despliegue visual que Disney sabe que nos gusta ver. Y el hecho de tener mayor presencia de canciones que en la película original, hace que verdaderamente estemos frente a un espectáculo musical.
¿En qué falla La Bella y la Bestia? No llega a emocionarnos, a hacernos parte de la historia. Ni siquiera en el gran evento cinematográfico que debería ser el baile entre los personajes principales. Se ven ellos muy acartonados, tratando de encantarnos. La comparación con la versión original es odiosa, pero esperábamos seguramente más de esta adaptación. Se nota la voluntad de encarar de forma más visual este clásico, pero se queda a medio camino y tanta belleza no nos llega al corazón.