Cuentos de hadas sin encanto
En estos últimos años los cuentos de hadas han tenido un renacer cinematográfico. El éxito de La Cenicienta, recientemente estrenada lo confirma. Disney, a la cabeza de este renacer, ya anunció con bombos y platillos una versión con actores de La bella y la bestia, el famoso cuento de hadas que fue llevado a la pantalla por el estudio, cambiando la historia del género de animación para siempre. Aquel clásico fue el primer film de animación en competir a mejor película en los Oscars y luego se transformó en un exitoso musical que dio la vuelta al mundo. Lo que se estrena ahora no es de Disney, ni siquiera está hecha en Estados Unidos. Pero esta producción francesa no es un caso aislado en la historia de dicho país. De hecho, la más prestigiosa y recordada versión de La bella y la bestia la dirigió en Francia Jean Cocteau en 1946. Aquel inolvidable film, muy influyente en el cine posterior, tenía una poesía y un encanto poco habituales. Sin embargo, esta nueva versión no elige un camino claro. No es un film personal como el de Cocteau y tampoco es un film divertido y emocionante como el de Disney. Con un comienzo muy poco amable con los espectadores más pequeños –no por elementos chocantes o fuertes, sino por su pausada narración- la película tarda mucho tiempo en hacer camino. Estéticamente tampoco está todo bien definido. Sin decidirse por ser un film adulto como los mejores films de Tim Burton, ni un film con destino de clásico infantil, La bella y la bestia se estanca en ese espacio y no logran generar empatía en el espectador. Curiosamente, el film empieza peor de lo que termina, porque esa falta de energía inicial poco a poco queda de lado y el relato se vuelve un poco más entretenido e interesante. Contra todo los lugares comunes bien pensantes, una vez más el cine norteamericano ha demostrado ser más complejo, sutil y divertido que el europeo. Los efectos visuales, los guiños más berretas hacia producciones más masivas, un retrato poco feliz de los villanos, todo deshace cualquier buena intención original. El éxito de esta película dependerá de la cantidad de espectadores que crean que están yendo a ver una película hecha en Estados Unidos y no una fallida producción europea. El lujo de tener a Vincent Cassel como la bestia o a André Dussolier como el padre de la bella, son dos motivos que tal vez atraigan a los amantes de un cine francés más logrado, no parece mucho en este contexto.