Cuántos libros rechazados habrá por cada uno publicado? ¿A dónde va a parar ese material de descarte? ¿Habrá joyas literarias que, por caprichos de las modas editoriales, el mundo se perdió de disfrutar?
Basada en una novela del best seller David Foenkinos, esta película parte de una idea romántica: la existencia de una biblioteca de libros rechazados, donde autores rebotados por las editoriales pueden dejar sus manuscritos a la espera de que algún lector les dé otra oportunidad.
Es en esa biblioteca, ubicada en un pueblito bretón, donde una joven editora en busca de material encuentra un diamante en bruto. El autor resulta ser un tal Henri Pick, el pizzero del pueblo, fallecido dos años antes. Una vez publicado, el libro resulta un éxito de crítica y ventas abrumador. Pero aguijoneado por datos curiosos, como que nadie vio jamás al cocinero leyendo ni escribiendo, un incisivo crítico literario sospecha del origen de la novela y encara una investigación para encontrar al verdadero genio detrás del texto.
Así, La biblioteca de los libros olvidados despliega los mecanismos de un policial convencional, un whodunit con la particularidad de que la pregunta aquí no es quién es el asesino, sino quién es el escritor. Hay un desfile de sospechosos, una pista conduce a otra: lo usual. Pero la pesquisa tiene un encanto especial por su carácter juguetón, condimentado con unas cuantas bromas sobre literatura (algunas sólo para entendidos) y el mundillo literario. Y por este atípico detective que es el crítico encarnado por el eficaz Fabrice Luchini, un literato entre desagradable y encantador.
En el camino, el guion va dando algunos giros forzados, como la voluntad de la hija del pizzero de ayudar al crítico en sus averiguaciones. También, como suele ocurrir, la explicación tiene mucha menos gracia -y sentido- que el camino recorrido hasta llegar a ella. Pero no arruina esta entretenida aventura literaria.