Juegos prohibidos
En el año 2000 tuvimos la posibilidad de ver la película “El Círculo”, de Jafar Panahi, allí se contaban tres historias en apariencia diferentes, pero que en rigor de la verdad no sólo tenían mucho en común sino que podría hasta leerse como un sólo relato circular, o en espiral, atravesando a los tres personajes.
Era toda una muestra del universo de la mujer islámica, con claras intenciones de denuncia y/o didácticas para el mundo occidental.
Constituida a partir de estas fábulas muy simbólicas, en el sentido de representación, de las mujeres del mundo árabe en general, y de muchas que impulsadas sólo por el coraje, encontrarían la manera de soslayar la burocracia, iniquidad y desigualdad imperante en un sistema que las ubica en un lugar de inferioridad extrema.
A través de pormenores habituales en las calles, en los espacios públicos, escuelas, hospitales, y en las casas particulares, la trama iba manifestando ese universo social que le es fatalmente hostil.
Esta otra película que nos convoca, tiene desde el discurso considerables puntos en común con la iraní, pero utiliza otro vehiculo para la denuncia, que si bien no la presenta de manera excesivamente evidente, se la puede sentir en cada escena.
Basada en la vida de una sobrina de la guionista y directora Haifaa Al-Mansour, asimismo, por sus propios dichos, parece articular simultáneamente la suya.
“Wadjda”, tal el titulo original, es el nombre de esa niña que sólo tiene diez años y vive en esa sociedad tan injusta como inmóvil, donde hay actividades que les están prohibidas a las mujeres, sin justificación y menos explicación, tan nimios como usar una bicicleta, ya sea como diversión o para trasladarse por obligación.
Pero la presentan como una niña cuestionadota, al mismo tiempo divertida, sutilmente transgresora, luchadora que sabe lo que quiere, impulsada por su deseo, aunque esto la lleve demasiadas veces a vivir al limite entre lo autorizado y lo vedado.
Wadjda anhela poseer una bicicleta, su vecino, amigo y compañero de escuela Abdullah tiene una, si ella la tuviese podrían compartir más tiempo, pero su madre no lo aprueba porque las bicicletas son ¿“indignas”? para una chica.
Hay otras historias paralelas que van construyendo la obra, pero el personaje actancial nunca deja de ser nuestra heroína, en esas subtramas aparece la madre sometida a un lugar de impureza por parte del marido por no haber tenido un hijo varón, en otra, paralelamente, la directora de la escuela es juzgada por que la sospechan de ser amante de un hombre casado.
Mientras Wadjda observa lo que sucede a su alrededor, nada se le pasa por alto, sueña con ese rodado de color verde que esta en exposición en un comercio.
Necesita reunir el dinero, razón por lo cual se anota, sabiendo el sacrificio que ello le demandaría, en un concurso escolar cuyo premio en dinero es mayor al importe que ella precisa.
En este punto la fábula tiene similitud con la producción, también iraní, “Niños del Cielo” de 1997 de Majid Majidi, cuyo foco se instalaba en el mundo infantil y el tema que planteaba de manera universal era “el que fracasa cuando triunfa”.
Esta primera incursión cinematográfica de Arabia Saudita se presenta como muy previsible en su desarrollo, dado esto por su esquematismo narrativo, pero poseedora de una sencillez y una sensibilidad elogiables, con un muy buen uso de los recursos tanto técnicos como narrativos, sostenido por un trío de actrices memorables, empezando por la púber Wad Mohammed, siguiendo con la madre, Reem Abdullah, y terminando por la docente Ahd
Sólo un par de pequeñas cuestiones que si bien no van en desmedro mueven al interrogante, por ejemplo, si las mujeres no pueden usar bicicletas: 1) ¿Porque razón se venden los modelos femeninos?. 2) ¿Era necesario ser condescendiente con el espectador al cerrar el relato y acrecentar el clima con música tan empática?