“LA BICICLETA VERDE”: CUADRADOS POR TODAS PARTES
Imagínense un mundo que nada tiene que ver con el nuestro. El mismo es machista en extremo, carácter que de ninguna manera se asemeja con nuestra sociedad. Además, un Dios domina los valores de la gente e impone el orden cultural, y en nuestras tierras la religión nada importa. En ese mismo planeta, reinan las marcas y todos trabajan para que se venda cada día más. Y a pesar de lo injusta que es la vida con ellas, las de sexo femenino van igual de compras al shopping. Acá no pasa nada de eso, únicamente en Arabia.
Ahora, pensemos a este mundo como una máquina, manejada por un imperio que a partir de sus propias creaciones estereotipa las actitudes de la gente y los hace ser cada vez menos humanos. Pero esta vez el estudio para rodar la película lo ubican en un lugar diferente: Medio Oriente. La mujer, que se somete a ser dominada, está representada bajo sus hábitos y velos oscuros. Por otra parte, para crear un idioma genérico se hace desaparecer el alfabeto que nosotros conocemos y directamente se escribe con signos raros que a nosotros no nos representan nada, pero que sí los vemos junto a un paquete de comida podemos asociar a qué es lo que hacen referencia. Las personas no hablan, balbucean y no se entiende nada de lo que dicen. Los subtítulos podrían ser modificados y nadie se enteraría del crimen. Sólo reconocemos cuando se llaman por su nombre, y en este caso, el de la pequeña protagonista es Wajda, pero se pronuncia “guachita”.
La pantalla se enciende una vez más y se convierte para esta ocasión en una ventana que nos invita a viajar a un mundo aparentemente desconocido para la mayoría, pero no por ello fantástico: Arabia Saudita. El mundo es verosímil ya que todos viven sumamente adoctrinados pero en el fondo los mueve el objeto y el placer. Amoríos prohibidos entre los grandes y para la menor un único deseo: tener una bicicleta verde, o mejor dicho, la bicicleta verde. Todos en el mundo anduvimos alguna vez en bicicleta y eso nos hizo felices, ya sea de pequeños con nuestras familias o de más grandes andando por la ciudad. Pero ese simple acto a ella no se lo permiten. Algo tan sencillo pero tan emocionante como andar en bicicleta le es prohibido debido a lo cuadrado que es el lugar donde habita.
La niñita se propone una meta y va por ella. Traicionando su forma de pensar, deja de ser una muchachita rebelde para dejarse adoctrinar cada vez más y así cumplir con lo que le imponen. Así, va en búsqueda del tan ansiado ‘diez’ que le permitirá obtener mayor reconocimiento por parte de sus mayores. Ese cuadrado ‘diez’ o aceptación del otro pasa a ser más un medio para conseguir otra cosa que una meta específica. La malvada directora de su colegio es su mayor contrincante pero también es la que deja ver un poco más su piel (guiño para el público masculino).
La fotografía es perfecta, sumamente cuadrada y regida a todo momento por la ley de los tercios. Buenos detalles y muy buena la construcción para intentar llevar al ojo del espectador por el camino correcto. Por otra parte, las actuaciones son lo que más dejan que desear, justamente porque son bastante cuadradas, como si todo el reparto hubiese practicado con videos de “Baywatch”. Seguramente, faltó la mano del director. Por último, el guion es redondo, o mejor dicho, cuadrado. Ustedes sacarán sus deducciones y adivinarán cómo termina esta película. Serán por eso los encargados de ir al cine y enterarse si “buachita” logra obtener su tan ansiada bicicleta verde.
En fin, dicen que si algo emerge de estas tierras debe ser bueno, así que tan sólo con algunos pequeños chistes, unas sonrisas y algunas pizcas de amor, ya se podrá convencer a todo el público internacional. A mi criterio: un seis para la película y un diez para el séptimo arte. Es algo diferente, te lleva de viaje y te abre la mente. Una excelente invitación para no ser un cuadrado.