Simpático film (y también casi épico) de una directora saudita
Una nena quiere tener su bici para jugar con su amiguito. La historia es ésa. Un día una nena, graciosa, despabilada, un tantito irrespetuosa, ve, casi como una revelación, una bicicleta verde en el negocio cercano a su casa. Y quiere comprarla. Al cambio actual, sale poco más de 2.000 pesos argentinos. La madre no quiere saber nada. No hay plata, y además el asiento de las bicicletas puede ser un peligro para la integridad de las niñas. La mamá, además, tiene sus propias aflicciones, porque parece que el marido quiere casarse con otra.
Pero la nena se las va a ingeniar, ya veremos cómo. Qué duda cabe, ella se dará maña, fingirá con artes infantiles, comerciales y femeninas, no va a parar hasta tener su bicicleta. Y después, por la carita que pone, no va a parar hasta meterle la primera a un auto. El mundo es suyo.
Esa es la anécdota, pequeña, sencilla, simpática, tan agradable como la pequeña intérprete, y tan linda como la actriz que hace de madre. El detalle, que la vuelve casi épica, y le da categoría de símbolo sin restarle encanto, es que la historia transcurre en los suburbios de Ryad, capital de Arabia Saudita, donde las mujeres no pueden manejar en público, y es indigno y deshonroso que una nena ande en bicicleta, encima con lo peligrosos que son esos asientos. Tampoco pueden hacer muchas otras cosas, pero algunas lo hacen, aunque sea a escondidas y bajo serios riesgos. Y tampoco pueden filmar, pero hay una que se las ingenió, y seguro que después vendrán otras cuantas, porque ésta que vemos es la primera película hecha por una mujer saudita. Y es muy simpática.
Pequeño detalle: la autora, Haifaa (con doble a) Al-Mansour, es de buena familia, que la mandó a estudiar literatura a El Cairo y artes combinadas a Sydney, mujer de 39 años, casada con un diplomático norteamericano, dos hijos, casita en El Quatar, cortometrajista aficionada y documentalista ocasional. Hizo "La bicicleta verde" gracias a un príncipe saudí que puso la plata, una empresa alemana que aportó los técnicos, y otras de Abu Dhabi, Munich y Dubai que le dieron respaldo. El gobierno no quería saber nada, pero cuando empezaron a llover premios internacionales terminó aceptando los hechos y hasta la anotó como representante oficial a los Oscar. Así se avanza en la vida.