Patética mirada sobre la dignidad humana
Pese a los esfuerzos internacionales la desigualdad de géneros, en el mundo árabe y países dentro de su zona de influencia continúa siendo vigente. Además de padecer maltrato físico y psicológico, las mujeres se enfrentan a la discriminación y afrontan una serie de obstáculos en los sistemas jurídico, político y social. Los esquemas educativos tradicionales, las disposiciones discriminatorias de derecho de familia y el código de estatus personal acentúan las diferencias y la subordinación.
A pesar de que la religión es una de las principales causas a la que se le atribuye la discriminación de la mujer en esas sociedades, cabe contemplar la posibilidad de que no sea la religión en sí la causa de esta segregación, sino la errónea interpretación del Corán lo que lleva a ella. De hecho, en algunos países la reinterpretación religiosa ha tenido como resultado la eliminación de leyes claramente discriminatorias para la mujer.
Mientras en Occidente, con substrato judeocristiano, se sanciona socialmente y se pena legalmente el maltrato a las mujeres, ya que por motivos religiosos no existe un solo texto o versículo en el Talmud, Torá o Nuevo Testamento que permita justificar el golpear o ser violento con las mujeres hasta llegar al asesinato. Para estos países las lapidaciones por honor son actos medievales y las leyes laicas son cada vez más exigentes sobre el tema de la mujer y su rol en la sociedad moderna. Los femicidios son fuertemente condenados.
En Pakistán el 90% de las mujeres experimenta violencia machista y más de mil mujeres por año son víctimas de asesinatos «por honor», según la Pakistan's Human Rights Commission. Las niñas sufren matrimonios forzados y las mujeres ataques con ácido. Por eso Pakistán está considerado el tercer país más peligroso del mundo para las mujeres.
La literatura y el cine en los últimos 30 años han sido un instrumento de denuncia de estos actos criminales contra las mujeres del mundo asiático musulmán (y de todas las derivaciones religiosas que existen dentro de ese universo).
Epistemológicamente podemos entender la obra cinematográfica como “mensaje” y a partir de este axioma analizarlo como expresión de comunicación. En casi todos los filmes hechos por hombres y mujeres iraníes, palestinos, hindúes y sobretodo en coproducciones europeas con países cuya mayoría de migrantes son de origen islámico, el “mensaje” se refiere poner en evidencia el maltrato hacia las mujeres, como si fuera un pedido de ayuda para poder desterrar esa tendencia asesina.
Existe una serie de filmes que se han ocupado del tema sobre el abuso machista, y han condenado a través de ellos los “crímenes de honor” y la segregación de las mujeres en esos países y en Europa: “Osama”, Siddiq Barmak (2003), “A las cinco de la tarde”, Samira Makhmalbaf (2003), “Caramel”, Nadine Labaki, (2007), “Persépolis” (Dir. Marjane Satrapi Vincent Paronnaud (2009), “Mujeres del Cairo”, Yousry Nasrallah (2009), “¿A dónde vamos ahora?”, Nadine Labaki (2011), “Asmaa”, Amr Salama (2011), “La separación”, Jodaeiye Nader Az Simin, (2011), “La fuente de las mujeres”, Radu Mihaileanu (2011), “La bicicleta verde”, Haifaa al-Mansour (2012), “Mustang”, Deniz Gamze Ergüven (2015), “A Girl in the River”, documental de Sharmeen Obaid-Chinoy, obtuvo un Oscar© (2016), “Bar Bahar” (Entre dos mundos), Maysaloun Hamoud (2016), “El viajante” Asghar Farhadi (2017), “El viaje de Nisha”, Iram Hag (2017)
“La Boda” (“Noces”) de Stephan Streker ( “Michel Blanco”, 2004, “Le monde nous appartient” 2012), filmada en Bélgica, Luxenbourg, Pakistan y Francia, hablada en francés y urdú, trata sobre una joven de origen pakistaní, criada en Europa, que debe enfrentar el choque de culturas al no querer ir a vivir a Islamabad (Pakistán) con el joven cuyo matrimonio había sido concertado por sus padres.
El director belga Stephan Streker inicia su filme con un aviso aclarando que lo que se verá se basa en casos reales, casi todos perpetrados por hermanos, padres, madres o tíos (algunos de ellos tuvieron gran resonancia internacional, fue el Celine Dookhan en Londres, y el Fauzia Azeem, una modelo de relevancia internacional, incluyendo a Malala Yousafzai que recibiera el premio Nobel de la Paz en 2014), y a Sana Chima (ítalo-paquistaní cuyo caso es el más parecido al filme).
El filme posee una trama central que es la transculturización de Zahira al vivir entre dos mundos, el europeo con determinadas libertades y el de las tradiciones ancestrales de sus padres que los impulsa a obligarla a casarse con quien ella no quiere. Luego hay dos subtramas muy importantes que son la de los hermanos. Una es la de Hina (Aurora Marion), su hermana, que ha cumplido con las antiguas tradiciones y le repite constantemente que vive feliz en Barcelona por esto, y realiza un discurso sobre la inevitabilidad de la injusticia: “Porque ellos son hombres y nosotras somos mujeres y debemos obedecer”. La otra es la de Amir (Sébastien Houbani) que la apoya de distintas formas y a menudo actúa como asesor, pero que luego será el ejecutor del trágico fin de Zahira.
“La Boda” es un filme inteligente, sutil y. a pesar que no se trata de un tema nuevo en la cinematografía, y que encara el debate sobre el multiculturalismo, Stephan Streker sostiene su punto de vista sobre una tragedia moderna y la muestra poniendo como testigos a los espectadores y a él mismo sobre la desorientación progresiva de la joven protagonista de la historia.
Lina El Arabi, quien en el telefilme de Xavier Durringer “Ne m'abandonne pas” (No me abandones) (2016), interpreta a una muchacha radicalizada que abraza la yihad, deslumbra al instalarse en el rol de una joven de "segunda generación" que es apasionada, idealista y que tan sólo quiere vivir sus propias decisiones en libertad. Su gran energía y vitalidad iluminan la escena y la cámara, busca cada una de las emociones que se reflejan en su rostro.
El énfasis del relato está, precisamente, en ese contraste cultural y emocional que se revela en esta familia y, particularmente, en la situación de la joven, quien tiene la mentalidad de una ciudadana occidental, pero está atrapada y condenada por la tradición de su pueblo. Mientras que a su madre se la ve usando el “shalvar kamez”, vestido habitual de la mujer pakistaní, a Zahira se la observa quitándose el “dupatta” (velo que cubre solo la cabeza y deja al descubierto el rostro) cuando transita por la ciudad.
Jean Renoir decía que nunca hay malvados en el cine, que cada cual tiene siempre sus razones. Y en “La Boda”, los personajes siempre justifican sus acciones, el padre y la madre por seguir su tradición, sus hermanos por obedecer, y Zahira por amar la libertad y no plegarse a los deseos familiares de concertar un matrimonio arreglado. Lo que más impacta en el filme es la parte animal de los seres humanos y el sometimiento de unos a otros. La supeditación a unas normas establecidas y al poder.
“La Boda” es en síntesis una metáfora de la dignidad humana que lucha por sobrevivir a pesar de la patética realidad.