“¿Cuándo puedo volver a la escuela?” “En un par de días” ¿Dónde va el bebé cuando lo saquen?” “No es un bebé, es un embrión. Se lo pone en una bolsa plástica y se lo lleva a una empresa que se encarga de incinerar desperdicios orgánicos.” La boda podría titularse de entrada El aborto. Salvo por el casamiento al que quieren obligar a Zahira, la protagonista, el filme podría suceder en la Argentina. Y porque en Francia, donde transcurre esta historia de inmigrantes paquistaníes, el aborto cuesta 3 euros y medio; 800 en Holanda, si el embarazo supera las 12 semanas de gestación.
Zahira es adolescente, y decide abortar. Su padre, su madre y su hermano mayor, Amir, que es su sostén, lo saben. Ella no está muy segura de dar ese paso, las preguntas del comienzo le harán tomar una decisión, que no vamos a spoilear, por más que suceda antes de los primeros 20 minutos de proyección.
Porque en La boda los temas, que son candentes, se reflejan de manera directa. Y así como Zahira encara al padre de la criatura y le aclara que si se “saca” lo que lleva dentro no habrá más relación entre ellos, sus padres le mostrarán las fotos de tres candidatos para el casamiento, le harán hablar con ellos por Skype y le aclararán lo afortunada que es: ella puede elegir, no le “imponen” un marido.
Un par de problemas tiene esta realización del belga Stephan Streker, que con el correr y el desarrollo de la trama hace que comience a menguar el interés. El primero es que tras un muy buen arranque, en el que la información que se le brinda al espectador es nula, y éste ingresa de lleno en la historia sin aclaración alguna y debe pensar y elucubrar acerca de las relaciones y los personajes.
El segundo ya es más grave y llega con el final. Y se sabe que, así como la primera escena de una película es fundamental para atrapa al espectador, el desenlace deja algo así como el gusto en el paladar del espectador. Y el sabor no es precisamente conveniente o satisfactorio.
El director en varias escenas sabe cómo revelar con matices ya no el espíritu sino la sensibilidad de Zahira, su hermano o los padres, pero en otras es más plano, evidente. Ella corre. La hace correr como adolescente, huyendo de los problemas.
Con todo -y exceptuando ese final- La boda no es una telenovela de Medio Oriente, aunque haya momentos en que peligrosamente se le parezca.