“La botera”. Crítica.La joven y el río.
La búsqueda por la identidad puede convertirse en una tarea tortuosa para una adolescente. Principalmente, si a ésta le sumamos un contexto desprovisto de un modelo femenino en la casa y la pertenencia a una clase social que no hace más que privar oportunidades. “La Botera”, de Sabrina Blanco, crea un clarividente retrato de Tati, quién va a ser la protagonista de esta exploración en primera persona.
La forma del registro es de una frescura que refleja ser una ópera prima realizada por un grupo de mujeres. La perseguidora cámara en mano nos sitúa en el cuerpo de una joven de la cual aprendemos en todas las escenas, cada una aporta a la definición de su personalidad. La formidable tarea de Nicole Rivadero (Tati) agudiza con cada gesto la concepción de un personaje al cual creemos entender perfectamente y que, al cabo de unos minutos, se nos escapa.
Tati es hija de un remisero de la Isla Maciel, pequeño barrio ubicado en frente de La Boca, riachuelo de por medio. Su rendimiento en la escuela es tan bajo como sus intenciones por mejorar, sufre de bullying y comparte momentos con su único amigo con quien, en principio, también se muestra indiferente. Su padre es dueño de un bote que prometió a su hija pero que vende sin cuidado a un desconocido para el enojo de nuestra protagonista. Si bien la inseguridad y el machismo tiñen el relato, no toman protagonismo a excepción de algunos pocos sucedidos.
La película evidencia la falta de encanto que tienen las instituciones tradicionales para una adolescente que está en busca de algo que le pertenezca. Nada tienen para ofrecerle ni la escuela ni la familia con el imaginario de esencia que ella tiene construido para sí. El semblante agobiado no logra apaciguarse a lo largo del film hasta que, eventualmente, se amiga con el desconocido que le compró el bote a su padre y ella navega con un primer esbozo de sonrisa en su cara.
La histórica simbología del río está a la altura de lo transmitido en las únicas alegrías que ella muestra en la película, siempre arriba del bote. “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.”. Y Tati, definitivamente, cada vez que lo cruce, no volverá a ser la misma.