Las historias de marginales en los barrios bajos son habituales en el cine argentino. Lo que no es habitual es que estén protagonizadas por mujeres, y mucho menos común es que eviten los tópicos más lastimeros.
La botera se centra en Tati (Nicole Rivadero). Tiene 13 años, vive en la Isla Maciel con su padre (Sergio Prina), pasa las tardes con un amigo y suele colaborar con un comedor infantil. Pero también le va muy mal en el colegio, incurre en robos menores y, en pleno despertar sexual, se fija en una atractiva compañera que parece lejos de su alcance. Su único anhelo es ser botera, aunque hay tres impedimentos: es muy joven, es un trabajo realizado por hombres y está cerca de desaparecer. Sin embargo, Tati no renunciará a su sueño.
En su ópera prima, Sabrina Blanco sigue cada paso de la protagonista, sin emitir juicios y sin subrayar los momentos más duros. Bastan los sucesos y los diálogos exactos para contar algo específico y transmitir emociones. La directora también consigue un estilo neorrealista, con buena cantidad de planos secuencia, pero sin abusar de la cámara en constante movimiento. Y como si fuera poco, logra darle un giro a las metáforas más evidentes, como la del bote.
Otro detalle que hace única a la película es el mostrar cómo las mujeres de las zonas humildes, aun cuando son denostadas, tienen más espíritu que los hombres. Lo vemos en Tati, capaz de persistir en su deseo de ser botera y a la hora de defender a su amigo cuando quieren robarle la bicicleta y de tomar la iniciativa en materia sentimental. Pero también se aprecia en otros personajes femeninos, entre los que se destaca la profesora y la responsable del comedor. Las figuras masculinas resultan contenidas o impulsivas o incapaces. Para empezar, el padre de Tati, con sus malas decisiones y su inestabilidad para cumplir con su trabajo de remisero. La excepción es el botero adolescente, que le enseña el oficio y se convierte en su nuevo amigo.
Nicole Rivadero tiene la difícil tarea de ponerse la película al hombro, y supera con creces el desafío. Su naturalismo para actuar Una auténtica revelación, más teniendo en cuenta que nunca había estado frente a cámara. Tampoco dejan de ser notables los trabajos de Sergio Prina y de Alan Gómez como el botero.
La botera es una película de madurez (subgénero conocido como Coming of Age, término algo remanido ya), que también permite ser interpretada como una fábula de superación y un testimonio sobre el abandono de las clases bajas por parte del Estado. Y además, presenta a una promisoria directora para seguir de cerca.