UNA BÓVEDA CON ACTIVOS MUERTOS
La bóveda, como elemento de protección, de contención y seguridad de lo que consideramos valioso, es un elemento que reviste misterio. Incluso hasta pueden albergar cadáveres, las que se construyen con esos fines. Es un lugar sagrado, cuya sacralidad no pasa por lo religioso sino por el valor que le adjudicamos a lo que allí se guarda. Pero así como es de sagrado, también lo es de misterioso -como decía antes-, y eso logra que se convierta en un objeto de deseo, inalcanzable y digno de ser violentado por quienes no pueden reprimir ese instinto, gente que por lo general, practica alguna forma de delito y prefiere la marginalidad para acceder a la misma y no el escalado a través del poder económico.
Y como de delito estamos hablando, eso lo que dispara la acción en este thriller sobrenatural. Un grupo de ladrones intenta saquear un banco para salir de apuros y se encuentra con que la cantidad de dinero almacenada allí, de más fácil acceso, es insignificante. Pero existe “la bóveda”, el lugar en el que hay mucho más dinero y al que, por lógica, es mucho más difícil de obtener. Ante el inconveniente, y tras una breve discusión sobre la toma de decisiones, el equipo decide intentar el ingreso al lugar y hacerse con el botín. El problema es que no tienen en cuenta que algo más peligroso puede estar esperándolos dentro.
No voy a seguir sosteniendo un misterio forzado cuando desde la misma promoción de La bóveda se adelante que estos enemigos que acechan en ese lugar son fantasmas, demonios, espíritus que se encuentran ávidos de presas humanas a los que intentarán atacar de todas las maneras posibles. Esto, claro, a mitad de metraje, logrará que algunos de los espectadores se desprenda del argumento puramente policial de la historia y por el contrario, otro se entusiasme, aunque es probable que tampoco dure mucho ese entusiasmo.
Francesca Eastwood es una de las asaltantes con más personalidad. La hija del querido Clint tiene su mirada, porte desafiante y a la vez enigmático, características que no “ligó” su hermano Scott, que en cambio tiene su “percha” de juventud. Inciso al margen, Francesca sigue siendo un elemento atractivo que logra construir al que quizás sea el personaje más interesante de la película. Claro que también está James Franco, componiendo a un empleado con cara de constipado que guarda un secreto. Papel que debiera tener incluso más misterios y enigmas que el de su compañera pero que no lo logra. Pero no es del todo un problema de Franco, ni tampoco de Francesca el de salvar la película, sino de la poca pericia de su director, que en lugar de convertir un thriller en algo interesante a partir de su sordidez, lo torna denso y con una salida más que predecible gracias a su pobre vuelta de tuerca.
La bóveda son dos películas en una, pero esto, pudiendo ser una ventaja, es apenas un cambio de género que tampoco se la juega al extremo. Una película típica de criminales en una situación de encierro y rehenes, con un arranque más que promisorio, que se convierte a empujones en una de fantasmas vengadores con máscaras y no termina de redondear ni de perfilar personajes.
La bóveda pudo haber sido un espacio para encerrarse y disfrutar a pura claustrofobia, algo que otros directores especialistas del género pudieron haber logrado con menos recursos aún. Pero aquí todo queda sólo en el intento y ambición de lograr algo medianamente distinto obteniendo, en cambio, un lugar común del que le cuesta mucho salir.