Estamos en Nueva Inglaterra, en 1630, plena época donde se empezaban a formar las colonias inglesas en lo que aún no era Estados Unidos. Una familia cristiana es expulsada del poblado y debe irse a vivir lejos de todos, cerca de un espeso bosque. A medida que la cosecha no da resultados, no pueden cazar y el hijo menor de la familia desaparece, las sospechas de todos los miembros de la familia empiezan a tomar forma, la forma de que el propio Satanás y las brujas están en las inmediaciones.
La Bruja venía siendo comentada hace tiempo en las redes sociales y en internet, en general con muchísimas personas poniendo un poco de fe en este proyecto para que por fin después de varios meses podamos ver un film decente de terror. Bueno mis queridos amantes del horror, sus sospechas se confirmaron y The Witch (nombre original del film) es todo lo bueno que esperábamos.
Lo primero que debo recalcar es que si entre los lectores hay fanáticos de las películas de horror simples, de manual, con los sustitos fáciles a base de un subidón de música, o con gore que roza lo pornográfico, La Bruja no es la cinta para ustedes.
Esta vez nos encontramos con una película que nos recuerda a los viejos films de terror de antaño, donde en los primero s minutos pareciera que no pasa nada, pero en realidad se crea una atmósfera, que a lo largo del resto de la historia, nos irá poniendo en un estado de tensión que al más mínimo susurro empezaremos a sentir ese hermoso sudor frío.
Esto se logra particularmente por la genial fotografía a cargo de Jarin Blaschke. Realmente retrocedemos en el tiempo a una época donde las supersticiones estaban a la orden del día, y la vida de todos se regían por seguir al pie de la letra los escritos de la Biblia.
Si la fotografía de Blashcke es excelente, la dirección del debutante Robert Eggers está casi al mismo nivel. Tanto a la hora de jugar con los fueras de cuadro, o porque uno puede pausar el film casi en cualquier momento y tener un cuadro digno de enmarcar en pantalla, pero en especial por la inteligente utilización de los sonidos tantos diegéticos como extradiegéticos (los que provienen de la propia trama de la película y aquellos que son agregados como la música).
Quizás el mayor defecto, o el único, que tiene La Bruja, es que por momentos el ritmo cae hasta casi estancarse y pareciera que la trama no avanza a ningún lado. Quizás en el momento de verla eso exaspere a más de uno, pero como film, como un conjunto, uno entiende esos momentos muertos que en realidad juegan con la paciencia del espectador que espera el susto fácil.
La Bruja se presenta entonces como una de las mejores películas de terror de los últimos meses (quizás desde It Follows). Poco convencional, con espíritu de film antiguo, pero de esos que se mantienen efectivos a día de hoy. Sólo queda esperar que triunfe en taquilla como para que proyectos similares tengan luz verde y el género del horror de una vez por todas pueda levantar cabeza.