The Witch viene inflamada por la crítica desde su Estados Unidos natal, donde se la considera casi una obra maestra del género, compartiendo el pedestal con películas como Rosemary's Baby. Hasta lleva el endorse del maestro del horror, Stephen King. El público en general no la recibió con los brazos abiertos si vamos al caso, y eso es lo que pasará en casi todos lados donde se estrene, porque estamos frente a una película de horror no convencional, como suele suceder casi todas las semanas en las salas nativas.
La pasión que despertó en tierras norteñas la primera película guionada y dirigida por Robert Eggers es tanta, que este mismo fin de semana será reestrenada en Norteamérica. Méritos no le faltan. Lo que puede jugar en contra son las expectativas. The Witch es más horror de atmósfera que otra cosa. La película casi no contiene sustos para saltar de la butaca, sino que elige en forma inteligente cómo ir creando un ambiente para incomodar al espectador, al punto de jugar con sus propias expectativas para hacerlo partícipe de lo que sucede en pantalla.
La historia no es otra cosa que un drama familiar que funciona a la vez como fábula moralista sobre los peligros del fundamentalismo religioso, a la que le ocurre estar mezclada con historia de brujería. Si se deja de lado ese costado y la temática de la bruja fuese más sutil, sería una perfecta película subliminal, una de esas propuestas donde uno duda si lo que pasa en pantalla fue cierto o no. Pero nada de eso le quita la potencia que tiene el centro narrativo, donde las situaciones de esta familia expulsada de su comunidad y dejada al azar en plena Nueva Inglaterra del siglo XVII sólo irán creciendo en oscuridad conforme pasen los minutos.
Vuelvo a ahondar en el tema de las expectativas. La promoción puede jugar una mala pasada a aquel que se adentre en el espeso bosque de la película. No es una propuesta de horror convencional, premasticada para las nuevas generaciones, sino que se encarga de ir tensando la cuerda del horror de a poco, sin apurarse en lo más mínimo. Puede ser acusada de lenta, pero tampoco es que la película de Eggers corra para llegar primera. Se toma su tiempo para ir envolviendo al espectador en su maraña de horrores y, para cuando las escenas finales llegan, será cuestión de ver qué tan metido se encuentra uno en la historia para lograr el máximo efecto de incomodar, sugiriendo más que mostrando. Su elenco ayuda mucho a lograr dicho efecto, con una de las familias más solidas que se han visto en el género en años. Desde la sensibilidad de Anya Taylor-Joy hasta la maestría de Ralph Ineson y Kate Dickie como los patriarcas, todos demuestran estar a la altura de las circunstancias, aunque hay que destacar la asombrosa labor infantil de Harvey Scrimshaw como el púber Caleb, o los excelentes Ellie Grainger y Lucas Dawson, como los gemelos Mercy y Jonas.
The Witch puede resultar muy desconcertante dentro del cine de género, pero su cautivadora atmósfera lleva a lugares muy oscuros, que no necesitan de sustos rápidos para generar temor en su audiencia. Hay que estar dispuestos a ser cautivados, y hasta darle la posibilidad de una segunda chance al saber que no es otra típica película de horror.