Uno de los estrenos del año, a la altura de las enormes expectativas que generó desde que su director, Robert Eggers, ganó Sundance el año pasado. Antes que nada, hay que decir que La Bruja es una extraordinaria película a secas, más allá de que sea, también, una película de terror. Una familia de colonos expulsada de su comunidad se instala en una granja al borde de un bosque. El bebé de la familia desaparece y a partir de ahí empiezan a pasar cosas cada vez más terribles. Con una puesta en escena sorprendente e inventiva, Eggers pone en juego a un grupo de increíbles actores, niños y adultos, con tiempo y capacidad para otorgarles a todos, aún a los más chiquitos, una personalidad, una psicología y un alma, mientras hablan -en un inglés del siglo 17- sobre Dios, el cielo y el infierno. Los animales, los objetos y los vegetales, son tan importantes como debieron serlo en esa precaria vida agricultora. Refinada, inspirada y rigurosa, en su documentada búsqueda de los cimientos del miedo, una gran película.