Llega el estreno de terror ingles, La Bruja de Robert Eggers; después de su paso por varios festivales del mundo.
Una familia de colonos es expulsada de su comunidad, sin que sepamos el motivo. Se trasladan a vivir en las márgenes de un bosque, el padre , William (Ralph Ineson), Katherine, su esposa (Kate Dickie) , Thomasin, su hija mayor (Anya Taylor- Joy), el hijo del medio, Caleb (Harvey Scrimshaw) y los gemelos Jonas (Lucas Dawson) y Mercie (Ellie Grainer). Al poco tiempo nace el quinto hijo, Samuel, y es su desaparición lo que desata la desdicha de todo el clan, con la angustia de la culpa de sentirse atormentados por alguna maldición que ha caído sobre ellos.
La opera prima de Robbert Eggers, está basada en leyendas y relatos folklóricos, trabaja sobre la descomposición de los vínculos de esta familia de Nueva Inglaterra de 1630. Cargada de símbolos :el macho cabrío, que se asocia con Satanás sobre todo cuando se le involucraba en ritos satánicos y con aquelarres (palabra que proviene de Aker, “macho cabrío” en euskera), el cáliz de plata, la manzana (representación del paraíso y del pecado) la sangre, la fiebre, la carne, la desaparición de un niño sin bautizar, la belleza de la mujer como tentación y todas las manifestaciones de fanatismo religioso que en lugar de proteger y dar paz a este núcleo, lo arrinconan en un entramado de degradación moral.
Todos tienen algo que ocultar y son sospechados de haber pactado con el Diablo. El universo de desgracias se instala, no solo físicamente, a orillas de ese bosque en una tierra en la que nada parece germinar y los animales son difíciles de cazar, sino también en la mente de cada uno de los miembros de ese primer núcleo de la sociedad, que es la familia. Esa paranoia es lo que dará lugar a los sucesos que se instalarán muchos años después en la locura de los juicios de Salem. Y de menor a mayor, la tragedia será irremediable.
Visualmente, La bruja, tiene una atmosfera inquietante pero realista, no hay efectos especiales, ni artificios, ni siquiera de maquillaje. La búsqueda del terror apela más al drama que a la consecuencia de lo inesperado. La desdicha conmueve más que lo diabólico.
No hay casi atisbo de belleza en ese paisaje al borde de un bosque oscuro, donde ni el verde es agradable, donde siempre parece estar nublado, la pesadumbre lo invade todo, los niños son inquietantes, y los preceptos que van contra la voluntad de Dios circulan de manera notable, la lujuria, la pereza, la ira, la avaricia, en un lugar en medio de la nada.
Las consecuencias del puritanismo repulsivo, la frustración y la tristeza como ejes existenciales en una película que sacude al género de terror, para colocarlo en un sitio de igualdad a otros de mayor prestigio, no ya como género menor. Y que en una de sus múltiples lecturas convierte al fanatismo religioso en una de las locuras que enajenan a las sociedades de todos los tiempos.