Otro secreto en el sótano
Escasa sustancia argumental y actoral atentan contra algunos buenos momentos. La salva el final.
Pretenciosa, La cabaña del diablo resulta una ambigua muestra de terror con metáforas del encierro y revelación de secretos.
En la película del catalán Víctor García, David (Peter Facinelli), viudo de su esposa nacida en Colombia, viaja a Bogotá con Lauren (Sophia Myles), su nueva novia. Van a casarse y llegan para buscar a Jill, hija de aquel matrimonio que juega al periodismo con su tía linda y su noviecito cameraman. Discusiones mediante, viajan a Medellín cuando un alud destruye su auto. A duras penas llegan a un solitario hotel escondido en la selva, habitado por un viejo y su hija, encerrada en el sótano, una historia que se vuelve terrorífica, pero insustancial cuando deciden liberar a la niña.
¿Qué le aporta a la película la escenificación en Colombia? Paisaje, cruza de idiomas y un aire tercermundista apenas justificado por los baches ruteros. Al fin y al cabo, el contexto no tiene peso en La cabaña..., tampoco sus dos historias familiares. La foránea, por un lado, y la de los anfitriones, únicos habitantes de este hotel abandonado y misterioso que se llama La colina del patíbulo. Son todos personajes con secretos inocuos, débilmente atados para justificar el terror.
En ese infierno caen los chicos lindos y extranjeros que llegaron a Colombia a buscar familiares para su casamiento. Hay una instancia de exploración de la casona. Y un hecho central, la liberación de Ana María, una niña cuya misión redentora queda apenas explicitada. Su candidez espeluznante junto a una sensación claustrofóbica bien lograda, es el mayor acierto del filme, pero ese juego de volver terrorífica a una chiquita ya lo hemos visto.
Aunque aquí logre de a ratos su cometido, asustar, la investigación de los implicados es tan banal que ese miedo se diluye. También juega en contra que los espectadores siempre vamos varios pasos adelante de la historia, siempre sabemos más que los protagonistas. Todo se vuelve más previsible.
E incomprensible. "Algunos secretos pueden destruir lo que amas", dice el padre de familia al comienzo de la película. Su sentencia se verá puerilmente justificada con el correr de los minutos. Sin contexto, con un mensaje rebuscado (el de los secretos), que hasta puede sonar a moralina, apenas queda la transformación diabólica de una niña encerrada. Es poco.