Déjala morir adentro
Con algunas virtudes y ciertos defectos normales, el hábito de películas atravesadas por tópicos trillados no dejará de aparecer en la cabaña del diablo, co producción entre Estados Unidos, España y Colombia, que cuenta con acertada dirección de Víctor García y un elenco multicultural que no pasa vergüenza, habla el español como corresponde y en un inglés entendible.
La premisa básica conecta la historia con una maldición que con el correr de los minutos involucra al clan extranjero en el lugar y momento equivocados cuando por una avería de su vehículo en la carretera camino a Medellín, van a pedir auxilio a un viejo hotel, cuyo dueño, Felipe –Gustavo Angarita-, los recibe poco amistosamente.
Sin embargo, el secreto mejor guardado se haya en una parte de ese lugar en el que una niña ha sido encerrada por Felipe sin saber la causa y el motivo que hace que el dueño reaccione intempestivamente al liberarla.
Así las cosas, padre y futura esposa, sajones. Hija y cuñada con acento español, acompañadas por un novio son las víctimas por un lado del encierro en la casa y por otro de una maldición, cuya portadora busca el cuerpo recipiente para hacer de las suyas.
A eso se debe sumar, por un lado la puesta en escena en la que el director retacea todo tipo de truculencia para lograr efectos de suspenso con la renuncia en lo que a la primera mitad se refiere de golpes de efecto. No obstante, al promediar la segunda mitad y una vez desatado el mecanismo de la maldición el film no consigue crecer en materia de historia y tampoco se despoja de los lugares comunes del género aunque las actuaciones son convincentes y sobre todo creíbles desde el punto de vista dramático.
La cabaña del diablo (Gallows Hills -2013-) mezcla una típica historia de brujería medieval, un film de encierro y acecho con un rebote conservador y culpógeno sobre los secretos y las consecuencias de ocultarlos de los demás.