La primera era de oro del cine de terror en Hollywood (de la mano de la Universal) tenía como una de sus características el filmar sus películas (la Dracula con Bela Lugosi, por ejemplo) con réplicas exactas hechas en simultáneo pero con actores latinos. Las copias eran insólitas por la falta de interés, al margen de un exceso de actuaciones horribles.
De aquello podemos linkear de forma directa con la nueva versión de Cabin Fever únicamente por lo último. Porque el film de terror original acertaba en planteo y resolución, lejos de los clásicos pero cerca del buen cine de género, en torno a un grupo de jóvenes que pasan unos días en una casa en lo profundo del bosque y son sorprendidos por una infección que los elimina de a poco.
La misma trama es la que cuenta esta remake de lógica inexplicable, primo del Dracula mexicano que intentó emular al de Tod Browning y que hoy se ve más irrisorio que terrorífico. Y es que este replay nos muestra a otros tantos bobalicones símil Martes 13, Halloween, Masacre en Texas y demás títulos de referencia, pero montados sobre una estructura de guión que no olvida ninguno de los clisés que hace 40 años construyeron un estilo pero hoy lucen apolillados y faltos de toda gracia visual y narrativa.
Está la joven que se desangra luego de que casi es penetrada por su chico (pecadores, tengan su escarmiento); el hombre misterioso que sale de la nada; el niño misterioso con máscara en una estación de servicio perdida; el loco que grita; la rubia tonta; el rubio tonto; el galán egoísta. Todo eso y más, pero peor que en la original (que metía un gol olímpico gracias a sus buenas armas en la progresión dramática).
Hay, sin embargo, un momento logrado, breve, mínimo, en el que un perro contagiado por el mal que asecha en la zona se enfrenta cara a cara con su inminente víctima. Pero no alcanza para combatir la desazón que provocan los 90 minutos sin ideas de lo más innecesario que dio la industria de las remakes en los últimos años.
Párrafo aparte para Eli Roth, que se embarcó en este despropósito, hecho apenas justificable si la razón oculta era darle relieve a lo que filmó hace doce años.