Vigilar y castigar
Drew Goddard (habitual colaborador de los exitosos J.J. Abrams y Joss Whedon) debutó en la dirección con este film de (y sobre el) terror. Es que su ópera prima es una película construida sobre los clisés del género para luego reciclarlos, reelaborarlos, arrasarlos y finalmente ponerlos nuevamente en discusión. Para algunos, este mecanismo podrá tener algo de presuntuoso y snob (los iniciados en la materia que son tan inteligentes como para desarmar y luego "reinventar" el cine de horror), pero lo cierto es que -en la mayor parte de su propuesta- esta ópera prima funciona en el "simple" terreno del entretenimiento (en este caso, atrapar y asustar al espectador) como en la variante autorreflexiva que sus realizadores proponen y que tiene como modelo insoslayable a la saga Scream , de Wes Craven.
El guión coescrito a cuatro manos por Goddard (responsable de Cloverfield: Monstruo ) y Whedon ( Buffy, la cazavampiros y The Avengers: Los Vengadores ) arranca como una típica película de jóvenes en plena urgencia hormonal. Son cinco los muchachos (tres varones y dos mujeres) los que se encaminan en camioneta a la cabaña del título perdida en un bosque en el medio de la nada. Sin embargo, más allá de los estereotípicos personajes -el macho (Chris "Thor" Hemsworth), el sensible (Fran Kranz), el antihéroe nerd (Jesse Williams), la seductora (Anna Hutchison) y la virgen (Kristen Connolly)- a los pocos minutos descubriremos que en verdad están siendo vigilados y manipulados por dos técnicos (Richard Jenkins y Bradley Whitford) de una sofisticada y poderosa corporación que juega con sus destinos (aquí hay algo de Battle Royale mezclado con The Truman Show ).
Lo que sigue es un festival de excesos propios del cine gore con zombies, monstruos y referencias a los primeros films de Sam Raimi y Peter Jackson. Clásica y moderna, sólida y ambiciosa a la vez, la película -sin ser la obra maestra que muchos cinéfilos se empeñan en sostener- regala unas cuantas escenas inspiradas y no pocas sorpresas. En el cine de terror contemporáneo -sustentado en fórmulas básicas y demasiado afecto al sadismo gratuito- no resultan méritos menores.