Sam Raimi se retuerce en la butaca de su microcine.
The cabin in the woods es un intento fallido de combinación de géneros que termina confundiendo al espectador. La alquimia es tan grotesca, que recurriendo a una analogía culinaria podríamos decir que la película es como un lomo a la sandía con salsa de dulce de leche, y de postre, helado de cebolla.
Bipolar e indecisa, esta propuesta de terror no llega a descifrarse. Por momentos intenta ser una sátira, pero la mayoría del tiempo es tan sólo otra burda entrega del género más trillado del cine. Si por momentos parece una parodia, no es por mérito propio, sino porque resulta verdaderamente increíble que hayan querido narrar una historia tan tirada de los pelos, descabellada hasta el límite de la vergüenza ajena.
The cabin in the woods comete el error garrafal de pretender ser una película seria con dosis de humor satírico. El resultado es nefasto y extremadamente cursi, porque intentar dramatizar una parodia sinceramente no tiene ningún sentido. La genial trilogía de Evil dead, quizás la parodia patrón del cine de terror creada por Sam Raimi, jamás siquiera atinó a mostrar el mínimo rasgo dramático en ninguna de sus entregas. Dos o tres escenas graciosas no rescatan a la película de su principal falencia: tomarse en serio lo escandalosamente inverosímil.