Los límites del miedo
Las películas de terror —a riesgo de caer en una apresurada generalización— ya casi no consiguen sorprender a un espectador insensibilizado por sobreabundancia de violencia desenfrenada. Por esa razón, “La cabaña del terror”, el nuevo intento en el género de Drew Goddard, ofrece una perspectiva diferente al quitar los gruesos trazos sangrientos que suelen caracterizar estas producciones y proponer otros costados de lo horroroso. La historia comienza como muchas otras que nutren las carteleras del terror: un grupo de personas intenta aislarse en una remota cabaña oculta en un bosque impenetrable donde lo inesperado dominará las escenas de algunos días tan agitados como terribles. El filme apunta a dejar una reflexión en el espectador sobre otras obras del género que se solazan en los profusos derramamientos de sangre, las complejas y diabólicas torturas y otras manifestaciones de una bestialidad sólo tolerable por quienes se sienten tan lejos de la muerte como puede suceder con los más jóvenes. La propuesta de Goddard aporta algo de frescura al plantear el control de la situación que se sitúa fuera del terreno que pisan los protagonistas.