Cuando un film eterno se convierte en un infierno
En los '80, Walter Hill filmó el primer guión de John Fusco, "Crossroads", con Ralph Macchio dispuesto a apostar su alma al demonio por el blues en un increíble duelo de guitarras contra el diabólico Steve Vai. Ahora Fusco escribe otro drama místico pero se trata de un encuentro sobrenatural mucho más luminoso pero menos logrado que aquel film de culto. En "La cabaña" un hombre que acaba de sufrir una tragedia devastadora recibe una extraña carta con una invitación de Dios para reunirse con él en una cabaña. El resultado, lamentablemente, es un auténtico bodrio del infierno.
Y es que aún reconociendo que el guión de Fusco no es precisamente inspirado, lo que termina de condenar este engendro es la monótona dirección de Stuart Hazeldine. En otras manos el material hubiera potenciado algunos pocos puntos imaginativos y el humor surgido de la original personificacion de la Santísima Trinidad con la que se encuentra el protagonista. Pero salvo un par de toques de buen humor espiritual eficaces, todo se derrumba casi desde el principio de la proyeción. Y eso del "silencio de Dios" bergmaniano aquí no se aplica en absoluto, ya que el film es una sucesión de diálogos incesantes y obvios. La vida eterna debe ser algo maravilloso, pero una película mala que se hace eterna sin duda es un castigo tremendo. Otro error es no haberla estrenado en alguna efeméride, ya sea Semana Santa o el Dia de los Inocentes.