Mal actuada, mal escrita, llena de palabrería religiosa y sentimentalismo barato para buscar la lágrima fácil. Aléjese de esta película.
Si algo le encanta a la sociedad norteamericana blanca y cristiana es reafirmar su fe y sermonear al resto del mundo que no comparte sus valores sobre la importancia de la religión para llevar una vida plena y diversos tópicos similares. En este marco, año a año salen cientos de productos culturales (entendidos como música, literatura, shows de TV y películas) destinados a ese público específico, único target que puede ser verdaderamente interpelado por su mensaje. El exceso de palabrería religiosa, sentimentalismo barato y golpes bajos hacen imposible que cualquiera de estas biblias disfrazadas como arte puedan conectar con el público general (sea o no religioso).
Mack Phillips (Sam Worthington) es un hombre común y trabajador que vive feliz con su familia blanca, hermosa, pura y fervientemente católica —para ilustrar este último punto: su esposa le dice “Papá” a Dios. Sí, para nada psiquiátrica la señora—. A pesar de esto, la relación entre Mack y Dios no es del todo buena, no le da mucha bola a la religión y las excursiones semanales a la Iglesia son simplemente por acompañar a la familia en su ritual más que para adorar al etéreo soberano todopoderoso.
Su simple pero feliz vida se ve sacudida cuando su hija más pequeña es secuestrada por un peligroso hombre en el medio de las vacaciones familiares. Después de una larga búsqueda por parte de la policía, encuentran el vestido ensangrentado de la niña en una ruinosa cabaña en los bosques de Oregon —hasta ahí existe material para un gran thriller, pero no—. Mack se sumerge en la depresión y cuatro años después de esta tragedia el vinculo con su familia se desmorona cada día un poco más.
Un día Mack recibe una misteriosa carta firmada por “Papá” que lo invita a visitar la cabaña donde su hija pequeña fue asesinada y vaya a saber que otras cosas terribles le hicieron, el Señor es un copado bárbaro. Ahí en esa cabaña Mack se encontrará con un pequeño pedazo de paraíso, será recibido por la Santísima Trinidad y ellos le enseñaran el valor de la vida, el amor, la religión, la familia y bla, bla, bla. También descubrirá más de sí mismo, sobre como fortalecer su relación con Dios y aprenderá a perdonar.
No se va a andar con rodeos a la hora de decir que La Cabaña es una muy mala película. Y no solo por los sermones bíblicos y la profunda carga religiosa que inunda cada línea de diálogo en la película. El film termina de consagrarse como un desastre debido a su pésimo guion y sus actuaciones decididamente malas. Ver a Sam Worthington intentando llorar y mostrarse triste, susurrando durante toda la película y recitando sus líneas con la emoción de Droopy leyendo la guía telefónica terminan de enterrar esta producción para el olvido.
Octavia Spencer hace lo posible con un guion que claramente está muy por debajo de su talento. La familia de Mack son el colmo de la inverosimilitud tanto en su faceta de perfectos y felices como cuando están divididos, tristes y destrozados por la muerte de su integrante más joven. Un festín de golpes bajos, sensiblería berreta y mucho catolicismo metido con calzador para conmover a los fans del Papa. Vas a salir de la sala pidiendo que Dios mate a tus hijos para que te convierta en una mejor persona. Imperdible éxito para toda la familia.