“The Shack”, o como llega a nuestro país “La Cabaña”, es la adaptación del best seller de William Paul Young, una película que hace ver más allá. Aunque al nombre y a la trama se las asocie a un pasaje bíblico, apela a quienes son de mente amplia y profunda, porque no evoca a personas cercanas a la Iglesia, sino que aborda a la espiritualidad, el ojo interno que enlaza todas las condiciones de la vida con certeza interna.
Ante acontecimientos desgarradores, la crisis de fe se hace presente, hace revisar y cuestionar tus creencias más íntimas. Una búsqueda de qué es la fe, la confianza, la convicción, si lo que crees en tu corazón te seguirá ayudando en los momentos difíciles. ¿Dónde está Dios en un mundo lleno de indescriptible dolor? Si se supone que el todo poderoso nos ama y está lleno de amor, ¿por qué permite que sucedan hechos tan atroces?
La historia comienza con Macken Phillips (Sam Worthington), con una infancia marcada por el dolor de un padre alcohólico y golpeador, quien acude a un representante de la Iglesia para ser albergado, comprendido. Pero éste traiciona toda convicción de Mack, impulsandolo a tomar una decisión sobre los hechos de violencia que sufría, dejando así una huella imborrable sobre su fe.
Con el correr del tiempo logra una buena vida, un hogar encantador; una hermosa esposa Nan (Radha Mitchell), que a pesar de su corta aparición juega un papel fundamental; tres hijos Kate (Megan Charpentier), Josh (Gage Munroe) y la pequeña Missy (Amélie Eve), con una sabiduría singular en diferentes pasajes del film.
Pero el sufrimiento vuelve a tocar a Mack cuando en un viaje familiar Missy desaparece. Ante la evidencia del asesinato de la niña, el padre reaccionará rebelándose frente a Dios, ante lo que considera una radical injusticia. Cuatro años después en medio de su desolación, recibe una sospechosa nota, al parecer procedente de Dios, invitándolo a regresar al lugar donde sucedió todo, durante un fin de semana. Contra toda la razón, acude al encuentro, en busca de darle sentido a la gran tristeza. En sus horas más oscuras, llega al borde de perderse, mediante la presencia de la Santísima trinidad, en destacadas actuaciones de Padre/Elouisa (Octavia Spencer) “la elegida”, Hijo/Jesús (Avraham Aviv Alush) y el Espíritu Santo, Sarayu “Río sagrado o tiempo ventoso” (Sumire Matsubara). Allí surge la reconciliación y el perdón que llevan a comprender y sanar La Gran Tristeza.
Una gran obra literaria llevada de forma audaz y certera a la pantalla grande. Los escenarios idénticos de la historia, sus personajes y modo de ser causan un inmenso impacto. Los simbolismos tomados del libro están excelentemente plasmados y oportunamente ubicados en la trama, respetando el espíritu de la novela.
En esta travesía se muestra que tras el inmenso dolor siempre se descubre algo bueno, que reflexionar es trascender, y que a pesar de que la vida no puede estar ajena de dolor y sufrimiento se puede tener una mirada misericordiosa. Una muerte siempre es la antesala de un nuevo nacimiento. Dios da libre albedrío, las cosas malas no pasan porque las merezcamos, sino por malas decisiones que toma el ser humano. Estamos en un mundo donde existe la maldad, y el solo hecho de estar vivos estamos expuestos a él.
“ Missy – Pero si Dios ya está con nosotros, qué le importa si llegamos tarde a la iglesia?”
Nuestros pensamientos deben ser retados, cualquiera sea nuestra creencia o religión. Muchas veces las respuestas de la gente se basa en temor, por eso la cinta nos lleva a dejar que nuestro corazón salte los abismos que crea nuestra mente, rompiendo convicciones estructuradas en uno, y mostrando un entendimiento más hondo entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Un camino de dolor, perdón y redención, tres palabras en el orden exacto para la transformación personal. “Nunca estás tan solo como piensas”. Una llamativa puesta en todo sentido, un drama que sin duda alguna hará que salgas de la sala con una perspectiva de la vida distinta a la inicial y que quizá te transformen tanto como a Mack.
Puntaje: 5/5