La cacería de brujas
Los niños siempre dicen la verdad, ¿correcto? En La cacería (Jagten, 2012), una niña de jardín de infantes dice una mentira, y a nadie se le ocurre cuestionarla. Su maestra llama a un psicólogo infantil, que le hace preguntas conducentes sobre si el maestro Lucas (Mads Mikkelsen) ha abusado o no de ella. Klara, la niña, se retracta. Ha sido una mentira, y el espectador lo sabe. Pero los adultos la presionan para que confirme el abuso sexual. Nadie quiere vivir con la duda.
Lucas es un hombre solitario. Se está recuperando lentamente de un desagradable divorcio que le ha separado no sólo de su mujer sino de su hijo Marcus. Su mejor amigo es Theo, y Klara es su hija, a quien lleva a la escuela todos los días porque sus padres están demasiado ocupados peleando. Cuando Lucas refuta la infatuación que Klara siente por él, la niña rápidamente insulta su hombría. Su maestra le oye, involucra al psicólogo y hace un anuncio en la siguiente reunión de padres. No han pasado dos días y Lucas se ha convertido en un paria social.
El hombre es inocente, no hay duda al respecto, pero no se comporta como un hombre inocente. Cuando le interrogan tiene la tendencia a responder con evasivas, como si nunca terminara de creer lo que está ocurriendo. Aparta a las pocas personas que quieren apoyarle, indignado por lo que ellos creen, o lo que cree que ellos creen. Pierde su empleo y el favor del pueblo entero, que le margina con asco y violencia.
El guión viene de la mano de Tobias Lindholm y Thomas Vinterberg, además director. Está precisamente ingeniado. Donde muchas otras películas cortarían a otra escena (por miedo, por vergüenza, por falta de imaginación), La cacería continúa su desarrollo, llevando las acciones y reacciones de cada escena hasta sus máximas consecuencias. La película es un retrato impecable de la histeria colectiva, y del deseo del hombre de pasar juicio rápido sobre la maldad y sus abominaciones.
La película es, además, un excelente estudio de personajes. Mads Mikkelsen da una excelente interpretación como Lucas, un buen hombre que no posee el tacto suficiente para defender su integridad y sufre la pérdida de lo que parecía ser el comienzo de una vida feliz. El resto del elenco parece regirse bajo la máxima de Constantin Stanislavsky de que “no hay roles pequeños, solo actores pequeños”. Particularmente notable es Thomas Bo Larsen como el alcohólico, sanguíneo, confundido, furioso, remordido Theo.
Vinterberg se inició como director con La celebración (Festen, 1998), la película de cabecera del movimiento vanguardista Dogme 95. Aquella es otra gran película en la que la temática no es sólo la pedofilia sino el incesto. Sin duda posee un don para hacer películas inquietantes y de buen gusto, sin piedad por los tabúes sociales que extirpa y analiza meticulosamente.