Esta nueva película del director de La celebración mantiene ese espíritu provocador y esa mirada inquietante que ya es marca de fábrica de buena parte del cine danés de los últimos años. Es que el ladero de Lars Von Trier en aquellos tiempos del movimiento Dogma 95 se arriesga aquí con uno de los temas más difíciles que el público pueda enfrentar: la pedofilia. O, al menos, la presunción de que se está frente a un caso de abuso infantil.
Lucas (un extraordinario Mads Mikkelsen, ganador del premio al mejor actor en el Festival de Cannes 2012 por este trabajo) es un docente que debe trabajar de manera temporal como asistente en un jardín de infantes. Se trata de un hombre bastante solitario, pero muy querido en la pequeña comunidad en la que habita. Se ha divorciado hace poco, tiene un hijo adolescente que lo idolatra, y su única afición que sale un poco de lo común es participar en temporadas de caza.
Las otras docentes y hasta los niños se rinden ante el atractivo y la discreta seducción de un Lucas que hasta empieza un noviazgo que parece hacerle muy bien. Hasta que? su mundo se derrumba por completo. Una pequeña rubia y encantadora niña de su sala se siente traicionada por el protagonista y asegura que él se ha propasado. No es difícil entender por qué los responsables de la escuela, la familia de la chica y el pueblo en general le creerá a la "víctima" e iniciarán una cruzada tipo efecto bola de nieve contra el "victimario".
Ese es el planteo inicial de La ca cería , una película que pone al espectador en un lugar muy difícil (empatizar con el desdichado antihéroe, indignarse con la denunciante por su "pequeña mentira" y, al mismo tiempo, mantener siempre un manto de duda respecto de si efectivamente existió algún tipo de inconducta por parte del maestro), mientras aborda temas recurrentes en la filmografía de Vinterberg como la histeria colectiva, la degradación de la familia, la hipocresía social en tiempos de corrección política y un largo etcétera.
El film está construido con una tensión casi insoportable (juega con la idea del hombre común hitchcockiano enfrentado a circunstancias extraordinarias que él no provocó) y con un tono de absoluta gravedad. Vinterberg es un experto en construir climas agobiantes, pero también en tomar al espectador de rehén. Así, la historia resulta atrapante (se siguen en vilo las desventuras y movimientos desesperados de Lucas hasta el final), pero también un ejercicio de manipulación emocional y hasta de sadismo hacia el espectador. Así de contradictoria es la película. Tómela o déjela..