Según me comentaba un colega, algo que le molestó mucho de este film es la pasividad del maestro (Mads Mikkelsen), personaje principal, tras la aberrante experiencia que debe vivir al ser acusado de mantener contacto sexual con una alumna del jardín de infantes. Estamos ante una película intrigante y absorbente, en la que Vinterberg vuelve a tratar el tema del abuso en una sociedad danesa muy cerrada, que entrena a sus integrantes para la caza y celebra el “hacerse hombre” con una caminata por el bosque para matar y llevar de trofeo un venado.
Vinterberg no hace más que demostrar lo enferma que está la sociedad en su conjunto, señalando microscópicamente dónde puede radicar el origen de estos comportamientos. Moverse y decidir por los instintos, desechar el diálogo y creer lo que dicen los medios o, en este caso, el boca en boca, provocan terribles injusticias para aquellos que quedan marcados y deben padecer una condena errónea. La sociedad juzga ante la acusación antes de cualquier veredicto.
Sí, como comentaba el colega, la pasividad está presente; creo que la única razón de la tranquilidad de Lucas (Mikkelsen) es que piensa que la pesadilla va a terminar en cualquier momento. El film jamás plantea siquiera la culpabilidad del personaje; más bien recrea y se detiene en el entorno, los familiares que responden antes los malos momentos, la crueldad de los vecinos y en cómo una pequeña malinterpretación puede arruinar la vida de cualquier mortal.
Una grata sorpresa del festival.