Analizar una película como La cacería es verdaderamente difícil sin dar spoilers dado que es un film muy rico para comentar y desmenuzar en largas charlas dado a todo lo que genera y todas las reflexiones que se pueden hacer.
Cualquiera que vea esta cinta no va a salir indemne. Algo le va a causar, ya sea indignación absoluta y frustración, hasta sed de justicia y un verdadero cuestionamiento de cómo es que recibimos las noticias y las confirmaciones que emitimos sobre ellas cuando aún son rumores.
Ver La cacería incluso puede llegar a ser un buen ejercicio sociológico sobre los pueblos pequeños y los comportamientos de sus habitantes dado que es ahí donde radican todas las genialidades argumentales que hacen la historia y la composición de sus personajes.
El director Thomas Vinterberg (Querida Wendy, 2006) regresa a su país natal (Dinamarca) para desarrollar uno de los mejores dramas estrenados recientemente, que sin ser un hecho real declarado es muy contemporáneo en todo el mundo.
El clima de tensión y la forma que consigue generar empatía con el espectador es formidable, al igual que una edición perfecta donde los planos lo dicen todo.
Y cuando los planos no hablan si lo hacen los actores: Mads Mikkelsen, quien ha demostrado ser un groso en la serie Hannibal, aquí hace los mismo pero mostrando otra faceta.
Todos estos elementos bien combinados hacen que luego de una breve introducción del conflicto en los primeros 15 minutos de la película sumerjan al espectador por completo en la trama involucrándolo de una manera cuasi íntima.
Pocas veces u título se encuentra tan bien utilizado como en esta oportunidad donde no sólo la cacería es una práctica -aberrante- practicada por los habitantes del pueblo sino también por lo análogo en cuanto al protagonista que es “cazado” en todo sentido.
En definitiva, es una gran película para ver y luego debatir hasta el cansancio, si es que este llega.