PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE
Situada en algún pequeño pueblo de Dinamarca, el film cuenta la historia de Lucas, un ex-profesor divorciado, padre de un hijo adolescente, que trabaja en una guardería para chicos.
La realidad de Lucas se cruza con la de Klara (la hija menor de uno de sus mejores amigos) que va a esa misma guardería, probablemente la única que existe en el pueblo.
Esta nena tiene una “gran cuota de imaginación” como se la define en la película y entabla una relación especial con Lucas. Pero al poco tiempo, de la boca de ella salen explícitas frases repetidas de memoria dejando en evidencia un supuesto abuso sexual por parte de él.
En este pueblo la cacería es el deporte por excelencia e incorporado por el grupo de amigos de la infancia de Lucas, que además del placer que les provoca matar ciervos, se juntan a tomar litros de alcohol durante largas horas de la noche. Esta misma gente que después de las acusaciones empieza a darle la espalda.
La película nos muestra la decadencia de este hombre en un pueblo endogámico y hostil, con un poder de sugestión extremadamente potente. Lucas queda solo. Su hijo Marcus, que lo visita durante un tiempo y su padrino, son los únicos que lo sostienen en semejante calvario. Ni siquiera puede hacer sus compras en el mercado de la zona, porque hasta el carnicero se niega a venderle carne y llega al límite de golpearlo. Paradójica escena porque lo que sí se vende en ese pueblo a lo largo de toda la película es la carne humana, la de Lucas.
“Los niños nunca mienten”, se repite una y otra vez durante todo el relato. Más allá que Klara confiesa la inocencia de Lucas, la idea del abuso ya está instalada en la comunidad, como un tumor que se extiende y que es imposible de extirpar. Porque siempre es más fácil sacar la culpa afuera y seguir yendo a misa en Navidad a cantar villancicos como si el demonio estuviera lejos de nosotros.
Sin embargo, un sótano que supuestamente existe en la casa del presunto abusador se convierte en un detalle importante. Un “sótano” que si lo metaforizamos y lo ampliamos de sentido es un oscuro lugar bajo tierra, donde uno guarda lo que no está en uso o lo que no quiere ver. Pero este “sótano” no es parte de la casa del protagonista porque no hay lugares escondidos en él.
Lo fascinante de esta historia es la analogía entre la cacería de ciervos y la cacería humana. Vemos varias tomas del bosque, de los animales y de Lucas como si fuera uno de ellos, confiado e inofensivo caminando tranquilamente entre los árboles, con el sol que encandila su vista, en la mira de los ojos que lo apuntan constantemente. Esto le pasa a ambos, a los ciervos en su hábitat natural con los cazadores y a Lucas en su pueblo, con esas miradas torcidas que se fijan sobre él sin darle respiro.
Un año después se reencuentra todo el grupo para una de sus clásicas cacerías. Caminan por el inmenso bosque cuando Lucas queda solo. De pronto se oye un tiro, se ve el reflejo de una luz y una figura que desaparece. ¿Una alucinación? Tal vez, o simplemente una huella que jamás va a poder borrarse.