La decisión de Norma
Curioso thriller apocalíptico, de Richard Kelly y con Cameron Diaz.
Si algo no se le puede cuestionar a Richard Kelly es su ambición. En Donnie Darko, su opera prima, todo un filme de culto, y en Southland Tales, su segundo y apocalíptico revoltijo de influencias, el hombre se despacha con otra saga de ciencia ficción apocalíptica a la que, como siempre, llega desde los lugares más inesperados.
La caja mortal retoma, en principio, el "frasco chico" de su primer filme. Basado en un cuento de Richard Matheson (Button, button), que ya fue adaptado a un capítulo de La dimensión desconocida en los años '80, el filme arranca con una premisa simple y atractiva, de esas que prometen tensión. Norma y Arthur, una pareja de clase media en los años '70 (Cameron Diaz y James Mardsen; ella maestra, él trabaja en la NASA), recibe un regalo misterioso en la puerta: una caja con un dispositivo arriba y el anuncio de que más tarde vendrá alguien a explicar su funcionamiento.
Es allí cuando aparece Arlington Steward (Frank Langella), un hombre intrigante y extrañísimo, con casi medio rostro en carne viva. El les explica la propuesta que viene con el regalo: si apretan el botón, les dice, alguna persona desconocida morirá y ellos se quedarán con un millón de dólares. Y si no quieren participar, la caja pasará a otra persona. Ellos dudan, no saben que hacer, tratan de ver las posibilidades hasta que en un arranque Norma aprieta el temido botón.
Y ahora, ¿qué sucederá?
Lo que pasa es difícil de resumir aquí y es hasta complicado de entenderlo del todo en la pantalla. Digamos que "la caja" en cuestión dispara una suerte de disputa interplanetaria, con extraterrestes y cosas por el estilo, y que la NASA no está del todo alejada del conflicto. Se puede decir que Arlington es, en cierta manera, un heredero de Klaatu, el extraterrestre que bajaba a la Tierra para juzgar el comportamiento humano y allí decidir qué hacían con el planeta en el clásico El día que paralizaron la Tierra.
La tentación de la pareja los meterá en terrenos insólitos y ante opciones inconcebibles. Y Kelly arma su filme como si estuviera hecho en los años '70, con un clima propio de algunos clásicos de Stanley Kubrick (y con esa densidad en el manejo de los tiempos y los planos) hasta lograr que La caja mortal parezca, por momentos, una de las viejas películas de Spielberg deformada por algún discípulo de David Lynch.
Pero como en su anterior película, Kelly no sabe bien cuándo parar y no tiene ningún miedo al ridículo, llevando la apuesta a lugares que muchos espectadores considerarán bastante insólitos e improbables. De cualquier manera, sus fallas son creativas, de ambición, y en un medio que nos acostumbra, semana a semana, a lo previsible y correcto, una película como La caja... se destaca por meterse en zonas que muchos tratan de evitar. Va al infinito y más allá también.