En la década del 70 con la expansión espacial impulsada por la llegada del hombre a la luna, el gobierno estadounidense intenta la conquista de algunos planetas cercanos, simultáneamente una extraña caja es encontrada por un matrimonio en la puerta de su casa, la caja cuenta con un dispositivo que al ser activado produce la concreción de dos hechos: 1- la pareja se hará acreedora de un millón de dólares, 2- una persona totalmente desconocida por ellos morirá; la decisión de los participantes de este extraño “juego” parece reducirse a la siguiente dicotomía: seguir los impulsos egoístas de conservación individual o permitir que la razón introduzca una alternativa que tenga en cuenta lo universal, es decir a los otros individuos de la especie humana. Lo que parecía un juego -semejante a un bizarro concurso televisivo- es en realidad un test ideado por seres de origen extraterrestre para evaluar si la raza humana merece vivir o perecer
El personaje interpretado por Cameron Díaz es una profesora versada en el pensamiento sartreano, sabe que el destino de cada hombre es libremente elegido y que aun lo que parece ser una decisión tomada en la soledad más extrema se convierte en un acto profundamente político, esto es así porque cuando elegimos actuar de una determinada manera, elegimos también las condiciones en que esa acción se desarrollará, es decir, el mundo en el cual la acción puede existir o extinguirse para siempre; El personaje toma una decisión desde su contexto individual, desde una situación económica que no es óptima pero tampoco absolutamente adversa; aun así elige hacerse acreedora del millón de dólares sin tener en cuenta la muerte que esta acción desencadenará.
La inmoralidad de una acción homicida reside en su irracionalidad, un breve análisis de corte racionalista demuestra que ésta lleva a consecuencias contradictorias, en la raíz misma del acto se encuentra su propia destrucción, ya que la acción de matar destruye su objeto y al hacerlo anula la posibilidad de seguir actuando sobre -destruyendo- el objeto en el futuro; si elegimos matar, elegimos un mundo en el que ello esté permitido para todos y cada uno de nosotros, pero si todos y cada uno de nosotros matara la especie humana sería destruida en su totalidad y los homicidios dejarían de existir. Por tanto, la razón nos dice que cualquier acto de este tipo -sin tener en cuenta las características particulares- no es universalizable ya que al asesinar a otro individuo nos asesinamos a nosotros mismos como especie.
Sin embargo, en La caja mortal -una vez instalado el dilema y llevado a cabo el cálculo abstracto de la razón: matar, no matar- se pone de manifiesto una de las características esenciales de la humanidad: su faceta trágica; lo que en un principio fue una elección personal se convierte en un complejo entramado de decisiones tomadas por diferentes individuos y la finitud de la razón se aprecia en la irreversibilidad de las consecuencias de la acción que descansa en la imposibilidad de anular el punto temporal en el que la acción tomó lugar, por tanto la condena, una vez tomada la -mala- decisión, es inexorable.
En conclusión; el planteo no es sencillo, el final es de una potencia visceral, obviando ciertas actuaciones y diálogos un tanto anodinos La caja mortal es una película aceptable de suspenso y sutil terror.