Una calle luminosa, un documental de interés
Familia de pianistas y vecinos de la Rue Bosquet, en Bruselas, donde viven muchos músicos y entre ellos varios pianistas de renombre internacional. Por allí circulan Lyl Tiempo (hija de Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, y por tanto nieta artística de Vicente Scaramuzza), sus hijos Sergio Tiempo y la otrora niña prodigio Karin Lechner, su nieta adolescente y prodigio actual Natasha Binder y una nieta preescolar que aún no es música pero que parece destinada a serlo. Pero por allí viven también otros argentinos virtuosos, como los pianistas Alan Kwiek y Martha Argerich.
La extrañeza de una calle tan particularmente nutrida dio pie a la crítica musical Sandra de la Fuente para pensar una película que partió de una buena idea: meterse, a manera de documental intencionadamente desprolijo, en la cotidianeidad de toda esa gente con amplia mayoría femenina. La calle del título es apenas una mención en el comienzo del film; la sorpresa que puede tener el espectador es el hecho de que todos se escuchen mutuamente mientras practican o ensayan; y que tengan además algo para decir. Y lo más atractivo ocurre cada vez que alguien dice "esa es Martha", o "Martha está en su casa", con la admiración que casi todos expresan hacia la ilustre argentina.
Con esos elementos, entre los que se cuelan pequeñas rencillas familiares, una parte de una entrevista a Karin Lechner realizada en Radio Clásica por la propia De la Fuente, fragmentos de algunos de los diarios personales de la pianista, retazos de actuaciones en Europa y en la Argentina, la película transcurre sin mayores altibajos. Para espectadores no iniciados, no termina de ser claro el grado de parentesco, cuando lo hay, que une a los protagonistas. Todo circula centralmente en la relación artístico-filial de Karin y Natasha y el resto, aun Martha Argerich (cuya presencia es prácticamente un cameo; si hasta el contestador telefónico de su casa forma parte del asunto) son invitados especiales al banquete.
Con partes cargadas de diálogos que pueden resultar algo tediosos, "La calle de los pianistas" tiene a la vez momentos de belleza estética muy altos, sobre todo cuando la cámara de Nante se atreve a salirse del encierro de las paredes de los domicilios y "caminar" un poquito por Bruselas. Y, claro, da gusto escuchar a esta gente tocando el piano en los recortes de los conciertos en vivo; salvo cuando la música que eligen es la de Piazzolla.