Mónica Lairana debuta como directora en largometraje con "La cama", un drama sutil que expone de manera brillante el transcurrir de una pareja antes de darle final al vínculo. Mónica Lairana quizás sea de esos rostros que el público popular tiene muy presente, aunque su nombre no ocupe los grandes titulares. Fue la esposa del martirizado empleado de carnicería de Joaquín Furriel en la maravillosa "El patrón".
También se lución con grandes roles en "Marea Baja" y "Los del suelo", entre muchísimas otras. Una actriz muy expresiva, que ahora se ubica detrás de cámara, para su ópera prima en el largometraje, luego de los celebrados cortos "Rosa" y "María".
La misma expresividad y sensibilidad absoluta que Lairana logró siempre como actriz, es la que encontramos en "La cama", una película intimista, delicada, y potente. Jorge y Mabel rondan los 60 años, son un matrimonio que debe mudarse. Hay un detalle, al finalizar esa mudanza, finalizará el vínculo que los une, es el divorcio.
"La cama" nos muestra la relación entre estos dos personajes, y una casa, ya vendida, que se transfigura como el núcleo de lo que aún los mantiene juntos bajo un mismo techo; aunque no por mucho más tiempo. Son los últimos instantes que pasarán juntos. Ya está todo embalado, finiquitado.
También expresa esas horas agónicas, en las que ambos tratarán de aferrarse a lo que pueden para mantener, aunque sea un rato más, el vínculo. No hay dudas, la separación es un hecho. No es cuestión de decidir si se van a separar, o se replantearán dar marcha atrás. "La cama" no es una comedia romántica, ni siquiera llega a ser un drama romántico, por lo menos no uno puro o tradicional.
Es un drama sobre una pareja, sobre un lazo, y la dificultad de darle cuerpo y presencia a la decisión que ya está tomada.
Son dos personajes, y una casa que se transforma en el tercero.
Pero "La cama" no es una obra de teatro, es profundamente cinematográfica, gracias a la gran labor de su realizadora. Cada ambiente es vivido, corporizado, y tiene múltiples representaciones. La cámara funciona como esa lente que espía, como algo imperceptible que se mete en una intimidad profunda.
El teatro, con otros artilugios y otras técnicas de representación, difícilmente logre esa sensación de intimidad, aun teniendo la posibilidad de llevar a los espectadores a los diferentes ambientes de forma abierta. Lairana sabe qué mostrar, dónde, y cuándo, ahí está la agudeza de su lente, del ojo que espía pero sabe dónde posar el ojo.
Como en sus cortometrajes anteriores, Lairana vuelve a hablar a través de los cuerpos, y elige hacerlo sobre figuras de la tercera edad, que le escapan a los cánones de la belleza pre impuesta. Los de La cama, son cuerpos frágiles, pesados, con los años y la experiencia encima. No son cuerpos cuidados. Jorge y Mabel intentan moverse y les cuesta.
Quieren hacer el amor, y el resultado es trunco, pareciera patético, pero en realidad está cargado de amor. Es un día soleado, aunque el sol sólo se ve desde la ventana. Adentro, las luces están apagadas, y la única luz es la del reflejo que penetra. Hace calor, lo cual hace que esos cuerpos sufran más, transpiren , se arrastren, vayan lento, y se muestren en ropa interior, o directamente desnudos. Es un matrimonio de años, no hay necesidad de seducirse visualmente ¿o sí?
La casa también tiene los años del matrimonio. Está descascarada, y se va desarmando, despojando de objetos, a medida que la desvinculación avanza. Es un hogar, que pasa a ser un inmueble. La cama, llegamos a la cama, no el título, el objeto. La pareja aún la comparte, aunque por última vez, quizás ese colchón sea el último nudo a destrabar. No es solo sexo, es abrazo, es caricia, es dormir juntos, es estar recostados juntos.
Cuando estas acostado el cuerpo duele menos. Sandra Sandrini y Alejo Mango llevan adelante a este matrimonio. Lo que les toca no es sencillo, y lo hacen magistralmente. La película requiere de un química permanente, los diálogos no abundan, porque en este matrimonio ya no hay mucho más que hablar. Se conocen, y alcanza con los gestos. Mabel y Jorge son un matrimonio real, natural, más que creíble, vívido. Cada uno por separado y juntos transmiten todo lo que les pasa. Lo que crean junto a la realizadora es hipnótico.
"La cama" es un film para apreciar con todos los sentidos, tiene capas, se siente, traspasa la superficialidad, angustia, y refleja. La mirada de Lairana es mucho más profunda e inteligente de lo que aparenta. Es cine de autor, sensorial, sentimental, único.
Mónica Lairana nos regala una obra que no pasa desapercibida, nos hace vivirla, y deja en el espectador más lastre cultural que el de muchos otros films de estructura innecesariamente ampulosa. Al finalizar, nosotros tampoco querremos abandonar.