La cama, ópera prima de Mónica Lairana, se centra en el final de una pareja con crudeza y sensibilidad. Se estrena después de su paso por la Competencia Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Mabel (Sandra Sandrini) y Jorge (Alejo Mango), que rondan los sesenta, son un matrimonio de muchos años que han decidido separarse y ahora llegó el momento de embalar una casa, la que tenían en común, para venderla y mudarse cada uno por su lado. Tiempo de reproches velados, de soledad compartida, de presencia acostumbrada, de ternura agostada, de recuerdos que se yerguen y de olvidos imprescindibles.
Apenas unas horas tienen, antes de que llegue el camión de la mudanza, y es eso lo que compartimos con estos dos personajes que se buscan, se repelen, se necesitan y se esquivan, mientras guardan en cajas una vida. Imposible intento que, aún sabiendo su resultado, los seres humanos siempre llevamos a cabo.
La directora exhibe rigurosidad extrema en la puesta en escena y hace, a pesar de lo árido y crudo de su relato, un sensible retrato de intimidad, profundizando las búsquedas que ya son una marca autoral desde sus premiados y reconocidos cortos (Rosa y María).
Sin evitar los riesgos, más bien yendo a buscarlos, Lairana construye personajes dolidos y complejos a los que respeta sin condescendencia. Los expone en cuerpo y alma frente a nuestro ojos asombrados y a nuestro espíritu angustiado ante tanta verdad sin medias tintas.
Triste, desolada, dolorosa pero vital y vívida, La cama no sería lo que es sin la entrega sin reservas de sus protagonistas que se revelan transitando todos los sentimientos que los atraviesan, en su mayor parte desnudos y con contados diálogos.