Mundos paralelos
En La Campana (2010), Fredy Torres utiliza diferentes estilos narrativos para contar una historia de amor imposible en el comienzo de la guerra de Malvinas. Con el marco de fondo de la última dictadura militar, el film funciona a su vez como una alegoría sobre lo que sucedía en el país a principio de los años 80.
Es abril del 82 y la guerra de Malvinas ha comenzado. Juan (Jorge Nolasco) es un pescador que debe hacerse cargo de Laura (Rocío Pavón), la joven hija del fallecido capitán del barco. Aunque Juan haga lo imposible, entre ambos surgirá una inevitable atracción. Dice la leyenda que en La Campana los barcos desaparecen como si el mar se los hubiera tragado y el tiempo se detiene. Juan partirá mar adentro para escapar de sus deseos y así detener su tiempo, mientras el mundo sigue girando.
En La Campana conviven dos mundos en paralelo, uno onírico y otro real. El mundo real cuenta una historia de amor reprimida ubicándola en un tiempo y espacio determinado. Mientras el mundo onírico sirve para, a través de una segunda lectura, hablar sobre el proceder de la última dictadura militar y las secuelas. En La Campana el tiempo se detiene, algunos desaparecen para siempre y otros vuelven aparecer, aunque para ellos ya nada será como antes.
El realizador toma elementos del cine fantástico y los entremezcla con una realidad que por momentos pareciera trágica y por otros ilusoria. Hay algo de realismo mágico que se traslada a las imágenes saturadas por el color. El puerto de Mar del Plata es el fondo ideal para narrar la historia y así crear una atmosfera opresiva pero también romántica.
Resulta difícil encontrarle una vuelta de tuerca al tema de los desaparecidos sin caer en el cliché o en la obviedad. Fredy Torres logra a través de La Campana contar una historia de amor como cualquier otra pero permitiéndose hablar de otros temas. Temas que duelen, que lastiman, pero que desde una visión diferente sirven para recordar el pasado desde el presente.