Una alegoría que hace agua
Sin adelantar el desenlace por motivos obvios debe decirse que el mayor defecto de La campana, debut en el largometraje del marplatense Fredy Torres, es que termina por donde debe empezar siempre que se entienda al film al servicio de una idea que toma prestado un elemento básico de la ciencia ficción como las paradojas espacio temporales para intentar un revisionismo histórico un tanto precario con una anécdota a la que le falta sustancia y desarrollo en lo que hace a los personajes y sus conflictos.
Hay tradiciones marinas que no se pueden romper como aquella que reza que una mujer forme parte de la tripulación de una lancha pesquera o desafiar al mar para adentrarse mar adentro y quedar atrapado en un vórtex donde el tiempo transcurre de manera más lenta pero la percepción del mismo por parte de los tripulantes no cambia. Sobre esas dos ideas y tomando como contexto el fin de la dictadura militar y el inicio de la guerra de las Malvinas en abril de 1982 se apoya el director para contar su historia desde la vida cotidiana de sus protagonistas.
Laura (Rocío Pavón) es una adolescente que tras la muerte de su padre, el capitán de la embarcación Morel (referencia obvia a la novela de Adolfo Bioy Casares), quedó a cargo de Juan (Jorge Nolasco), un pescador que la dobla en edad y del que está enamorada perdidamente. Para completar el triángulo aparece la tana (María Fernanda Callejón), la prostituta de los pescadores que intenta por todos los medios intimidar a la enamoradiza Laura. El resto del reparto lo constituye un racimo de personajes planos como el que le toca en suerte al gran Lito Cruz en el rol de Américo, un viejo lobo de mar que representa tal vez la voz de la conciencia cuando la mentira de la guerra de Malvinas se apodera del ambiente y el recuerdo de la borrachera discursiva del general Galtieri provoca no menos que ganas de vomitar.
Ahora bien, no está mal recuperar el pasado siempre y cuando esa operación tenga sustento y sentido para no volverse simplemente en un recuento sumario con poca profundidad y rigor como es el caso de La campana. El otro inconveniente se suscita al no haber encontrado un relato lo suficientemente sólido como para poner en práctica la idea de las paradojas temporales sin resultar tan lineal y predecible.
Da la sensación que esta película argentina con buenas intenciones se perdió de la misma manera que la embarcación y que cuando se dio cuenta de ese problema ya era tarde.