Dotada de una estilización visual por momentos notable, La cantante de tango se debate entre sus virtudes estéticas y creativas y sus errores conceptuales y de casting. El realizador argentino Diego Martinez Vignatti trabaja en Bélgica hace más de diez años y sin dudas que a través de este film transmite su amor por el tango y sus artistas, destilando un tono evocativo y melancólico que en algunos tramos alcanza cierta envergadura. Pero esas premisas se van desdibujando como consecuencia de un dubitativo guión y de una elección desacertada de la protagonista. Se trata de la atractiva Eugenia Ramírez Miori, que se ocupa aquí de cantar y actuar con la exigente premisa argumental de componer a Helena, una extraordinaria cantante de tango. Existiendo en Buenos Aires tal –y ascendente- cantidad y calidad de cantantes femeninas del género, resulta casi inadmisible su elección para un rol que pone en evidencia su escasa expresividad vocal y tanguera. Como actriz resulta algo más convincente, en la piel de esa mujer no correspondida en el amor que, en otro país, está a punto de cumplir sus máximas metas artísticas. Algunos momentos musicales y personajes interesantes (son buenas las participaciones de Dora Baret y Alfredo Piro, por ejemplo) se suman a los mencionados planos visuales y salvan en parte el film.