USHUAIA, FIN DEL MUNDO. PRINCIPIO DE TODO
Primer plano de una celda vacía. Luego, plano general de los pasillos de la planta baja y del primer piso. Aunque un poco sombrías y distantes, ambas imágenes corresponden a la actualidad. No obstante, en una especie de parpadeo, se intercala la misma fotografía pero en color sepia y con cada prisionero en la puerta de su celda. El juego de alteraciones entre pasado y presente se duplica varias veces más pero, tal vez, la más sugestiva sea el trayecto del barco que arriba a Ushuaia como símbolo de la llegada al infinito: “Ushuaia, fin del mundo. Principio de todo”.
En cierta medida, este anuncio es el leitmotiv de La cárcel del fin del mundo, el primer largometraje de Lucía Vassallo. El documental recorre la historia del presidio de Ushuaia pero no desde una mirada completamente histórica sino a través de relatos, cartas o diarios que reconstruyen cómo era la vida cotidiana de los detenidos. Para introducir las diferentes voces de reclusos como José Berenguer, Simón Radowitzky o el preso político Néstor Aparicio, la directora opta por una misma voz en off (Javier Valentín Diment) para potenciar el hilo conductor e incluye algunos fragmentos del diario del comodoro Lapuente y una carta anónima de un preso. Estos relatos se presentan, en general, ordenados históricamente: desde los presos políticos tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, en 1930, hasta los presos militares de la Base Naval de Ushuaia (después del cierre del penal en 1947).
La directora comentó que el proyecto nació en el 2008 tras visitar el Museo del Presidio y realizar la visita guiada. El primer guión incluía los testimonios de antiguos pobladores, sin embargo, Vassallo debió modificarlo pues las personas fallecieron antes de poder conseguir el financiamiento para el documental. De todas formas, el filme cuenta con algunos testimonios de familiares de celadores y con objetos guardados de aquellos días, como una libreta con los nombres de los presos.
En principio, el documental está construido a partir de la idea de la cárcel como piedra fundamental para la construcción de la ciudad más austral del mundo. Sin embargo, a lo largo del filme se puede apreciar un proceso en el cual ambos conceptos se descomponen y autonomizan. Al mismo tiempo, se evidencia un trabajo de archivo a partir de la documentación facilitada por el director del Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia Carlos Vairo (quien también participa en la película), por los testimonios, fotografías y objetos.
La música y el sonido cobran un papel indispensable durante la película: no sólo acompañan y reafirman las imágenes y testimonios sino también se conforman como un personaje pero desdibujado, no del todo definido: el ruido de las pisadas con grilletes, el abrir y cerrar de las puertas, la banda de música.
Por otro lado, se evidencia la idea de recorte. Al comienzo del documental se presenta una visita guiada interactuada para ver cómo vivían los presos: dos hombres del personal del museo recrean a los guardias mientras que los visitantes, enfundados en los trajes amillos y negros, interpretan a los reclusos. Una de las primeras cosas que indican los carceleros es que al entrar a la prisión deben olvidarse de su nombre pues ahora se los identificará con un número. En las imágenes, el fragmento se manifiesta a partir de planos detalle de los pies, de las ventanas, del tren o de personas de espaldas. También se muestra a partir de las imágenes de la actualidad, por ejemplo, de la fiesta para juntar dinero con la venta de rifas y la contraposición entre la gente cantando y los reclusos tocando instrumentos.
De esta forma, el juego y la comparación, ya sea entre pasado/ presente o a través de la ostentación de las fiestas frente a lo inhóspito de la cárcel, tejen una red a lo largo del documental que busca rescatar lo invisible, lo olvidado, lo cubierto por la nieve del infinito: “Ushuaia, fin del mundo. Principio de todo”.
Por Brenda Caletti
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