Mirada retrospectiva a una cárcel con historia negra
“La cárcel del fin del mundo” por fin trae a la luz la historia de una de las cárceles más despiadadas con la condición humana.
Hay una decisión estética que combina elementos del cine de terror y misterio al colocar las cámaras en las mismas posiciones en que estaban aquellas utilizadas en los años ‘20, ‘30 y ’40, de manera tal de poder superponer pasado con presente en pequeñas apariciones casi fantasmales de los reclusos que sufrieron las condiciones del lugar hace muchos años.
El film arranca con una representación. Una obra de teatro viviente que sirve a los efectos de un recorrido turístico mediante el cual los turistas obtienen una pequeña muestra de la dimensión real del presidio.
Un segundo elemento, no narrativo, es la lectura de cartas recuperadas tanto de reclusos como de guardias. En esas palabras, leídas con cierto tono lúgubre, están los testimonios reales lo cual ayuda a bajar a tierra algunas imágenes de ensoñación que sirven para darle entorno geográfico.
La película de Lucía Vasallo logra el objetivo principal de narrar la historia del penal alrededor del cual se construyó la ciudad y que funcionó hasta 1947.
Una estupenda dirección de fotografía de Guido de Paula y la edición de Axel Krygier colaboran intensamente a darle a “La cárcel del fin del mundo” una impronta que por momentos deja picando la sensación de fantasía sutil frente a semejante crudeza. Es cierto que la estructura de la investigación y del guión no se escapa, ni pretende hacerlo, a un convencionalismo que en este caso se percibe necesario, pero en definitiva el personaje principal (el penal en sí mismo) queda realmente bien escrito en la memoria del espectador.