Siempre resultan fascinantes las películas que abordan, directa o indirectamente el impar mundo circense. Los ejemplos son abundantes, y en los últimos tiempos varios pertenecen al cine argentino y son de carácter testimonial. Uno muy reciente fue Sólo para payasos, que focalizaba en esos inefables bufones de narices rojas y maquillajes coloridos. Que no faltan en esa interesante semblanza de Juan Imassi cuyo largo título, La carpa invisible, familia de circo, hace referencia a varias circunstancias. Además de mencionar a Los Magote, una verdadera y muy humilde estirpe de tramoyistas, la otra parte de ese rótulo, la carpa invisible, es una metáfora al respecto de la ceguera del padre, el líder de esa familia y de esa pequeña compañía cirquense. Reducida pero multiplicada, a través del intenso amor de todos sus integrantes entre sí y especialmente dirigida a Pablo, ese hombre que es capaz de conducir de manera sostenida esa troupe, a pesar de su condición de no vidente. Y de lo antes mencionado se hace cargo su mujer, a través de su alter ego la payasa Margarita, una singular humorista y madre de una prole numerosa y plenamente artística. Un momento clave del film es la reapertura de un cine en la comunidad balnearia Aguas Verdes, donde ellos desarrollan sus actividades. Sumando la música de Rodolfo Mederos y una página clásica de Spinetta, se trata de una experiencia audiovisual graciosa, emotiva y además –los planos en negro que cortan algunas escenas no son errores técnicos-, sensorial.