Pasen y vean
A Pablo Magote o al Payaso Casimiro Acosta lo conocimos precisamente como parte de ese nutrido colectivo payasesco del inclasificable Sólo para payasos del director Lucas Martelli y la vida de una familia de circo se vio plasmada en el documental Cirquera de Andrés Habegger y Diana Rutkus, ambos exponentes de ese mundo maravilloso que transforma la realidad desde el lugar del circo y que aparece de una manera diferente ahora en La carpa invisible, familia de circo, del docente y director Juan Imassi.
Los pocos segmentos de Magote en el film anteriormente citado llevaban la impronta o al menos la sospecha de que había una historia muy interesante detrás, no simplemente por estar en contacto con la adversidad de un payaso no vidente –Pablo se quedó ciego en 2006- sino porque la ceguera en Pablo no lo etiqueta ni lo limita en su rol de payaso o animador de su propio espectáculo, que involucra a toda la familia Magote (su esposa Julieta y sus 4 hijos) desde hace muchos años y que a pesar de la discapacidad del maestro de ceremonias continúa creciendo en sus cálidas presentaciones veraniegas en Aguas verdes, una playa pequeña elegida por la familia para presentarse a diario ante el público compuesto en su gran mayoría por niños y que se sostiene como varios artistas callejeros a la gorra.
La cotidianeidad de los Magote se encuentra desde el registro documental con una cámara que no busca el encuadre perfecto ni mucho menos el lugar adecuado en la espacialidad cinematográfica pero en la forma se nutre de los sonidos más que de las imágenes.
Si bien el punto de vista subjetivo de una persona que no ve no puede ser otro que la no imagen, Juan Imassi utiliza este recurso no de forma redundante ni abusiva para que el espectador se sumerja en la realidad del protagonista sin subrayados metatextuales o palabras para configurar su entorno de oscuridad y sonidos que le ganan al silencio. Esa es quizás la virtud más importante de La carpa invisible, familia de circo cuando los sonidos se transforman en palabras y las palabras en sensaciones o emociones, que permiten conocer desde otro lugar cómo viven los Magote; cómo se complementan en el trabajo de circo pero también cómo es cada uno en relación al otro y al personaje que aparece en el espectáculo, por ejemplo la payasa Margarita, puntal tanto del show o de la familia en los momentos críticos pero poseedora de una energía y voluntad arrolladoras.
Cuando la vida irrumpe en el cine sin artificio estalla la belleza de las pequeñas cosas que siempre es imperfecta, agridulce y finita, pero si la búsqueda es genuina y amparada en la infatigable curiosidad por querer traspasar la barrera de los ojos se llega a la esencia y al verdadero sentido sin importar el resultado estético sino su carácter ontológico.
La película de Juan Imassi no es solamente la historia de un payaso no vidente, ni su lucha contra la adversidad a partir del humor y de encontrar en lo tragicómico la materia prima para su representación escénica sino la experiencia de haber convivido como testigos privilegiados de un pedazo de historia de una familia con todas las letras que se transforma, discute, crea, se apoya, ama y ríe de sus problemas sin temor a lo que la mirada ajena pueda entender porque es la pasión por el trabajo lo que los termina salvando.